lunes, 16 de junio de 2014
Hablar para follar
La experiencia nos dice que si a una película porno le aplicáramos los mismos sustentos del cine convencional, todos, como una promoción adecuada o un depurado ejercicio técnico, no podríamos quitarnos de la cabeza que lo que se nos ofrece es, sin más, sexo explícito con la misión exclusiva de excitarnos sexualmente. Así, lo que a mi modo de ver ocurre con NYMPHOMANIAC es exactamente lo contrario (o sea, lo mismo pero al revés): Lars von Trier utiliza el reclamo del sexo crudo (ver cartel promocional) para entonar su enésima reflexión sobre los límites de la moral y la libertad en tiempos de coacción y sumisión. Por mi parte creo que es un error explicitar a priori si la línea argumental se tiene clara, pero como el director danés quiere contar tantas cosas (y, de hecho, las más de cuatro horas de ambas partes dan la impresión de quedarse cortas), al final la cuestión del sexo molesta más que estimula. NYMPHOMANIAC parece un aforismo alargado y melancólico, como el día después de una gran borrachera, de la que vamos recordando los detalles con disgusto; y esta primera parte (cuyo cartel es, efectivamente, un anzuelo) desnuda las intenciones antes que los cuerpos, que por acumulación ya parecen un panfleto naturista. Es la historia (y no tan interesante) de Joe, que es ninfómana, que es recogida en un estado deplorable por Seligman, que es una especie de eunuco virgen y sumamente culto; Joe le cuenta su vida a Seligman y éste, sin apoyarse en cuestiones morales, le dará su versión intelectual. El cerebro enfrentado o complementado a la carne irrefrenable. Exceptuando algunos momentos de extraña comicidad (no sé si involuntaria), NYMPHOMANIAC. VOLUME I tiene algo de "Las mil y una noches" o incluso el "Decameron", que no la deja desarrollarse como bloque unitario y dispersa su núcleo en múltiples direcciones; despista y exaspera, y si alguien salió de la sala excitado debería plantearse su salud sexual. Y luego está Charlotte Gainsbourg, que sale poco porque en el pasado su personaje lo interpreta la pétrea Stacy Martin; y Stellan Skarsgard habla mucho con cara de extrañado, pero a ambos les falta una complicidad real. El papel de Christian Slater no lo entiendo. Uma Thurman protagoniza el momento "vergüenza ajena", literalmente, del film. Y casi salvaría a Shia LaBeouf, un excelente actor capaz de transmitir humanidad y veracidad en este gélido panorama ideado por un director que se cree demasiado listo y cada vez tiene menos en cuenta a los espectadores.
Y mañana, la otra...
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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