Porque la juventud, que es la edad en la que más y más variados tormentos existenciales se sufren, es un momento enclavado entre la eternidad y la fugacidad y, por tanto, caldo de cultivo para los artistas con radicada fijación en ese como estado de ánimo o espíritu de carne, impostor que no puede escapar de la verdad y maravilloso encaje de bolillos cartesiano.
Y no me enrollo más.
En 1926, el gran King Vidor filmó una hermosísima e irrepetida hasta hoy versión de la obra más arrebatadora de Puccini. LA BOHÈME unió a las dos máximas estrellas del cine mudo más allá de Valentinos o Fairbanks; hablamos de Lillian Gish y John Gilbert. Mejor actriz ella que actor él, aunque con una gran química en pantalla ambos.
LA BOHÈME es la historia de amor de Mimi y Rodolphe y la de las buhardillas de París; la historia de los poetas borrachos y las desgraciadas que se enamoraban de ellos; y las estufas frías y los pintores sin ideas, pintando con el corazón. Todos los artistas han ansiado, de una forma u otra, la gran huida a París, la vida bohemia; quizá buscando una musa, quizá para agotar las últimas probabilidades de talento. Muchos lo hicieron y, como suele suceder, sólo los que de verdad tenían talento han perdurado. De difícil explicación incluso para un diccionario, que siempre se quedará en la fría superficie de la mera acepción, la bohemia es el reducto de los snsibles y cobardes, incapaces de enfrentar el mundo y sus roídas alas; la bohemia es el manto donde se calientan los mendigos con talento y los que detestan la indignidad del mercader; es la noche empujando a la mañana y el trago traicionero junto al fuego, donde todas las historias que merecen la pena son contadas.
Vi esta maravillosa película en la televisión, cuando en la televisión aún ponían cine y cuando yo veía unas veinte películas a la semana; entonces yo era un cinéfilo, o quizás sólo un chaval de diecisiete años que algunos años después rozó por muy poco ese trozo de viento que es la bohemia; en ese fugaz instante, las películas que pudiese ver a la semana dejaron de importarme, y sentí la libertad del que huye de los datos y consignas, del apilamiento de información.
Aquello pasó hace mucho.
Bohemios saludos.
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