Un par de aclaraciones y camino despejado.
¿Se puede adaptar a James Ellroy?; respuesta: no.
¿Se puede dar el oscar a titanic (me niego a utilizar mayúsculas) y dejar fuera a L.A. CONFIDENTIAL?; respuesta: de hecho lo hicieron...
Poner siquiera en un mismo plano de dignidad la GILIPOLLEZ (aquí sí) del gilipollas de James Cameron y la bella y mortífera obra maestra de Curtis Hanson..., bueno, dan ganas de apretar el cuello de alguien. Pero es América, don´t worry.
Cualquiera que haya leído el estilo descarnado y avasallador de Ellroy debe pensar lo que yo: por un lado sí, puro cine negro; por el otro: ¡Buf! ¿Cómo poner esto en imágenes sin caer en la pornografía?
Afortunadamente, Hanson escogió una de sus novelas menos explícitas, aunque una de las mejores, y dejó para la historia toda una iconografía (necesaria para el género negro) deudora del mejor Hawks, Huston o Walsh. Palabras mayores.
Un proyecto como éste sólo puede salir de dos maneras: muy bien o muy mal. Hanson no sólodota al film de un ritmo trepidante, tenso, revelador, sino que en un audaz golpe de efecto digno de los mejores creadores, pasa por completo de la estructura argumento-nudo-desenlace y deja todo en manos de la vorágine destructora del original y unos actores en estado de gracia. Todo puede pasar en esta película y, efectivamente, todo pasa. La incertidumbre planea sobre nuestros asombrados ojos y somos maravillosamente engañados una y otra vez; ojo, no defraudados. El engaño de L.A. CONFIDENTIAL es el que le gusta sentir al cinéfilo, ese engaño que nos hace inteligentes.
Todos los personajes son autónomos, dotados de una vida propia tan complicada de encontrar en el cine actual; se mezclan sin pudor y no existe esa diferencia entre el actor bueno y el malo, sino que todo parece responder a un plan magistralmente orquestado por el director.
Me da igual lo que digan, pero Russell Crowe, que a mí me parece un actor con gran presencia aunque limitado talento, no ha vuelto a darse un paseo por las alturas como éste. Kevin Spacey inició aquí su meteórica a la par que desconcertante carrera. Danny de Vito da una lección de autoridad y veteranía. James Cromwell literalmente se sale de la pantalla y llega a poner los vellos de punta. Guy Pearce logró ratificar lo que yo pensaba de él desde que lo vi en aquella otra maravillosa película sobre drag queens: que es un pedazo de actor.
Y luego, aparte, estaba Kim Bassinger... Nunca he sido muy de ella, pero para la historia del cine quedará su soberbia interpretación de la perfecta femme fatale, muy a lo Veronica Lake, muy inalcanzable, como un oscuro ángel de perdición suspendida sobre las balas...
Enorme en todos los sentidos.
Saludos confidenciales.
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