En fin, llegamos al final de este monográfico, que nos ha acompañado durante 25 semanas, y en el que hemos repasado, de la manera más ecléctica posible, las pasiones, desamores y otros enganches cinéfilos. Y sobre todo esto versaba, por ejemplo, LADYHAWKE, título mitiquísimo de la fantasía ochentera, hoy incomprensiblemente olvidado, y que ilustra a la perfección un tipo de cine que, me temo, no va a volver. Con un guion mastodóntico, en el que estaba, por ejemplo, Tom Mankiewicz, se trata de una fantasía muy fantástica, pero con los pies siempre en el suelo. Nos contaban la historia de Navarre e Isabeau (dios, qué nombres), ambos enamorados hasta las trancas, ambos malditos por un obispo cabrón y envidioso, que los obliga a no poder gozarse, ya que ella es un halcón durante el día y él un lobo negro por la noche. Uno de los aciertos es la inclusión de Gastón, apodado "el ratón", un ladronzuelo que escapa de la cruel mazmorra del obispo, y al que el azar lleva hasta Navarre, con el que entabla una extraña alianza; mientras tanto, buscarán la manera de romper el hechizo. Rutger Hauer, Michelle Pfeiffer (cuya absurda belleza parece de otra dimensión) y un joven Matthew Broderick, protagonizan este estupendo ejemplo de fantasía bien entendida, con las licencias precisas y un ritmo que no decae, aunque le sobra alguna peleílla y le falta desarrollar algún personaje. Rodada en los preciosos parajes italianos, contaba con una irreal fotografía de Vittorio Storaro y, sobre todo, el oficio de ese director nunca suficientemente reivindicado, y que algún día saldrá de la injusta casilla de "artesanos de lujo". Porque no hay más que repasar la filmografía de Richard Donner para apreciar a un maestro de la vieja escuela. Ah, no haré sangre sobre la banda sonora, porque creo que Andrew Powell hace un trabajo digno, aunque Alan Parsons lo debería haber dejado a su aire...
Aún vigente tras casi cuatro décadas.
Saludos.
2 comentarios:
Me complace que reivindiques esta película maravillosa.
Saludos.
Es verdad que en algunas cosillas se ha quedado un poco antigua, y que la nada sonora... en fin. Pero por supuesto que hay que reivindicar esta forma de entender la fantasía, más artesanal, terrenal y que establece un puente entre las aventuras clásicas y los nuevos modelos que se iban imponiendo. Y que la fotografía es una pasada...
Un saludo.
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