Sabía que no me equivocaba al elogiar un film tan incomprendido como ROGUE ONE, que se atrevía a dar un enfoque más maduro al universo Star Wars; quizá no porque lo requiriese, pero sí por el considerable balón de oxígeno que le supuso a una franquicia a punto de morir por acumulación. ANDOR es muchas cosas, y por ello una serie compleja, angulosa, no tan entretenida, pero apaionante de cabo a rabo. No es un entretenimiento sin más, y sí una meditada reflexión sobre los engranajes de opresores y oprimidos, a fin de entender sus mecanismos, motivaciones y, finalmente, razones. Además, cuando se pone en modo cine negro también lo borda, entretejiendo relaciones simuladas y tráfico de intereses, tanto como las corruptelas políticas o los desastres del colonialismo. Cada episodio es una joya, llevándonos casi imperceptiblemente hasta un desenlace soberbio, en clave de western reivindicativo, y advirtiéndonos de que quizá Tony Gilroy era el hombre.
Quédense con dos o tres cosas. La música de Nicholas Britell va creciendo en consonancia a la intensidad de la serie. Diego Luna compone uno de los personajes más humanos, creíbles e inolvidables de todo este vasto universo. Algunas apariciones, aunque breves, son espectaculares, y además está Stellan Skarsgard en modo master and commander... ¿Qué más se le puede pedir? Yo, que hagan la segunda temporada.
Saludos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario