lunes, 6 de febrero de 2023

El dedo en la llaga


 

Hay cosas que no logro entender aunque me las expliquen, o quizás por eso. Esta entrada contiene dos, y la primera es el cuerpo de la misma; la segunda la propondré en un aparte al concluirla.
No entiendo cómo ha podido pasar tan desapercibida una absoluta maravilla como ARMAGEDDON TIME, última propuesta de James Gray, un director poseedor de un aroma único, que se eleva, sin estridencias, por encima de medianías multipremiadas. Estamos ante un retrato generacional, o una memoria sentimental, pero esto es mucho más. Es un sentido y minucioso mazazo sobre cómo se construyen las identidades, las buenas y las malas, y sobre cómo es inútil perseguir sueños puros. Más profundamente, Gray disemina las pistas, establece una "película sin género", para que ello le permita saltar sobre los mismos, aceptando lo mollar y desechando los fuegos de artificio. Paul es un chaval al que lo que mejor se le da es dibujar, sueña con ser un gran artista, pero su carácter rebelde no le permite encajar en un sistema educativo encorsetado de la manera que querrían sus padres. Son los años 80, la era en la que Reagan lanzaba soflamas apocalípticas para ganar mediante el miedo de los votantes, una táctica tan vieja como el mundo. Paul no soporta su vida, su familia, ni la escuela, pero hay dos excepciones. Su amigo Johnny, que por desgracia (sobre todo para él) es negro y pobre, y su abuelo (estupendísimo Anthony Hopkins), el único que le anima de verdad a no dejarse doblegar por este mundo de mediocres. 
Estamos ante una obra maestra, la mejor película de su autor, la más personal y la que debería suponer un antes y un después en su notable filmografía. Pero esto es así, y ARMAGEDDON TIME, de no tener algún inesperado resurgimiento, terminará devorada por circuitos reducidos y distribuciones lamentables. Yo les recomiendo que no se la pierdan, porque se perderían unos recuerdos de infancia de verdad relevantes, y no los que terminarán acaparando los premios de la Academia este año. Ustedes saben y yo sé.
Repito: obra maestra.



PD: Aquí viene la otra cosa que no entiendo, y es que blogger ha colocado un cartelito la mar de mono diciendo que este blog (que por cierto cumple este año nada menos que 15) contiene material ofensivo, escabroso o vaya usted a saber qué diablos, porque no sé qué carajo pasa cuando la gente se expresa con libertad, autonomía e intención. Según me comentan en un simpático e impersonal correo, algún tonto (es el adjetivo adecuado) ha denunciado al blog por una entrada... ¡de hace cinco años!... Ustedes tienen la posibilidad de leer de nuevo la entrada y juzgar qué es lo ofensivo que incluye, aunque creo que blogger, que tantas cosas positivas me ha proporcionado estos tres últimos lustros, no contempla la posibilidad de "desdenunciar", sea eso lo que sea. 
En fin, como dijo el hijodalgo: "... cosas veredes..."...
Abur.









2 comentarios:

YorchiMG dijo...

No sabe usted lo feliz que me hace continuando con esta empresa de comentar diariamente una película. Aunque me haya dejado caer por aquí en muy pocas ocasiones, le leo con fervor y espero seguir haciéndolo durante otros 15 años como poco.

Al lio, la de hoy no la pude ver en salas. En cuanto pueda le hinco el ojo y más después de leerle. Si su filmografía ya era envidiable, que diga que puede ser un antes y un después acrecienta el apetito.

cordiales saludos hermano

dvd dijo...

Lo primero, agradecerle los halagos, que siempre suponen un empujoncito para seguir escribiendo sobre lo que más nos gusta, que es ver pelis.
Después, pese a ser James Gray un director al que tengo una fe inquebrantable, esta película se me había quedado un poco en el rincón, tan sólo para quedar maravillado ante una autobiografía nada complaciento, pero sí repleta de sensibilidad, que no sensiblería. Lo digo, evidentemente, por el último trabajo de Spielberg, que vendría a ser si hipervitaminada versión, aunque ese es otro tema que tocaremos a su debido tiempo. Sí, me parece una película maravillosa y necesaria, un poco como me lo pareció también LICORICE PIZZA, de Paul Thomas Anderson, cómo no, sepultada por la incomprensión de una propuesta que, sobre todo, y pese a ser nostálgica, mira hacia delante con valentía y ganas de ampliar la narrativa cinematográfica. Cuesta entrar un poco, pero una vez te instalas en su particular idiosincrasia es una auténtica maravilla, una obra maestra instantánea para quien esto escribe.
De nuevo, muchísimas gracias por el comentario y el seguimiento pertinaz. Nos vemos y nos leemos...
Un saludo.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!