En 1929, Frank Borzage dirigió LUCKY STAR, sobre un guion de Sonya Levien, que adaptaba asimismo la novela original de Tristram Tupper, y que se centraba en la inesperada historia de amor entre la joven Mary Tucker y Tim, que trabaja reparando postes telefónicos. Ella sobrevive como puede, en una cochambrosa granja, junto a su madre y cuatro hermanos pequeños; y mientras lleva leche a los trabajadores, conoce a Tim y Martin, su jefe, con el que disputa por una pequeña cantidad. Tim se enzarza entonces en una pelea con Martin, pero les interrumpe un llamado que les anuncia el inicio de la guerra, por lo que ambos se marchan para alistarse, y ambos prometen a Mary volver sanos para reencontrarse con ella. Martin tendrá una extensa campaña, en la que será incluso ascendido a oficial, mientras tim se ve obligado a volver al poco tiempo, quedando inmovilizado de cintura para abajo tras caerle un carro encima. Al volver, Tim no alberga esperanzas con Mary, al ir en silla de ruedas, pero ella se da cuenta de que estaba enamorada desde el primer día.
Una película aparentemente naif, con una historia mil veces contada, pero que tiene un ritmo magnífico, logrando momentos de enorme belleza en ese tránsito del enamoramiento a un amor capaz de superar cualquier barrera, desde una guerra mundial, la invalidez o una pobreza endémica, que quizá un matrimonio por interés podría solventar. Y de nuevo, impecables, Charles Farrell y Janet Gaynor, moviéndose con habilidad del romance a la ternura, del humor al drama desaforado, en un film que lo contiene todo y mucho más, sin necesidad de palabras y en apenas una sola localización.
Si pueden, háganse con la copia restaurada, que contiene una emotiva partitura a cargo de Christopher Caliendo.
Saludos.
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