viernes, 18 de enero de 2019
Lo que podría haber sido
Me incluyo, sin dudarlo, entre los que, admirador como soy de la obra y persona de Edgar Neville, considero como verdadera fuerza motriz de LA VIDA EN UN HILO, de 1945, el fantaseo constante de este maravilloso librepensador, tan ajeno a la grisura de aquel país que es éste, con esa posible España que se rozó con los dedos y se difuminó con la victoria de de un golpe de estado. Hábil como era Neville, lo que parece ofrecer es una chispeante y modosa comedia clásica, muy al estilo americano, eso sí, con todo lo insólito y novedoso que aún eso era para el sitio y momento. Sin embargo, el argumento se presta a una lectura aguda y mordaz, incluso malpensada, diría yo. Ella es una joven sin más agobios que encontrar un marido pudiente y atento, y vivir todo lo bien y desahogado que pueda, con tardecitas de café y chismorreo, sábados de orquesta y domingos de paseíto después de misa. Tras enviudar de su marido, un ingeniero vasco, noble pero aburrido, sin ingenio y siempre pendiente de mantener las apariencias ante su rancio entorno, la joven vuelve del entierro en tren, donde conoce (¡atención!) a una adiestradora de patos ¿?, que además es adivina, y que le relata en el trayecto cómo habría sido su vida si en vez de aquel marido, al que conoció cuando le ofreció un taxi, hubiese aceptado a otro hombre que también se lo ofrecía, un escultor sin fortuna, pero absolutamente encantador y jovial. Y, como si tuviésemos delante a Rosalind Russell dudando entre Cary Grant o James Stewart, dirigidos, también quizá por Wilder, la fantástica Conchita Montes dirimía la conveniencia de irse con Rafael Durán o Guillermo Marín. Así, quizá, podría haber sido España, pero le ofrecieron el taxi equivocado, o al menos eso nos parece a algunos...
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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