lunes, 16 de mayo de 2016
Imposibilidad de enmienda
Hay una barrera moral que me impide sentir simpatía hacia un cura. No tengo nada contra ellos, pero odio profundamente su naturaleza de espía de las confesiones y debilidades humanas. Mi opinión es clara y contundente: nadie tiene derecho a inmiscuirse en la privacidad de otra persona, y mucho menos a manipular su influencia sobre la misma. Así que me encuentro en un dilema notable respecto a CALVARY, una película a la que le reconozco sus aciertos y valores, pero que idealiza hasta la caricatura a su personaje principal, un cura que de tan riguroso en el cumplimiento de la verdad se olvida de que nadie la ha llamado para ser guardia y custodia de las costumbres morales de un pueblecito donde, por otra parte, cuesta creerse tanta sofisticación. Aun así, McDonagh extrae de un gran actor como Brendan Gleeson una veta de veracidad que ayuda a tragarnos el resto. El sacerdote es aquí, además, víctima de una injusta e insensata amenaza de muerte, como si tuviera que pagar por todos los pecados de la Iglesia, aun siendo él inocente. En un principio parece que el espinoso tema de la pederastia va a ser el núcleo principal de la narración, pero pronto las situaciones van saltando a medida que este cura intenta indagar para saber quién le ha amenazado, al tiempo que va poniendo al descubierto todas las iniquidades de unos vecinos bastante peculiares y que van conformando el microcosmos que finalmente, por sí mismo, es la solución al puzzle.
Y sé que ha recibido estupendas críticas, y que debería haber obtenido una mayor repercusión a nivel mediático, porque lo cierto es que pasó muy desapercibida por los grandes festivales; pero déjenme a mí con mis demonios personales, ya intentaré enmendarme algún día.
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
2 comentarios:
Esto no hay quien se lo crea, hombre.
Me imagino lo que podría haber hecho Neil Jordan con esto...
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