Desde que José Luis Garci intuyó que podía hacerse un cine negro que, sin traicionar a los clásicos, conectase con la particular idiosincrasia española, son contadas las ocasiones en que esto ha ocurrido, al menos literalmente. Enrique Urbizu es su mayor exponente, y su arrojo y conocimiento del medio ha abierto un interesantísimo camino a multitud de cineastas más jóvenes, como podrían ser Alberto Rodríguez, Rodrigo Sorogoyen o Daniel Calparsoro. El punte ente EL CRACK y títulos recientes, como LA ISLA MÍNIMA o QUE DIOS NOS PERDONE, habría que situarlo en 2002, cuando Urbizu filma LA CAJA 507. Una película que ha sido sucesivamente mejorada (pulida, si acaso), por quienes han recogido el testigo del director vasco, pero en cuyo interior están las grandes claves para desencriptar en qué se diferenciaría un thriller español de, por ejemplo, uno americano. Lo primero es su intrincado guion, obra del propio Urbizu y Michel Gaztambide, que serpentea por diferentes estratos, aparentemente irreconciliables, pero que cobran todo su sentido una vez unidas las piezas. El incendio, en principio casual, de una apartada zona de la Costa del Sol (casi no podría ser otro lugar), y la muerte de una joven, dan paso al dolor de su padre (espléndido Antonio Resines), un anodino director de banco, que intenta recomponer su vida y la de su mujer enferma; justo hasta que un otro "hecho fortuito" desencadena un diabólico entramado, del que él es involuntario protagonista. Recalificaciones ilegales, políticos corruptos, mafias establecidas en la zona, y un sinfín de podredumbre, que va descubriéndose cuando la sucursal es atracada y las cajas de seguridad reventadas. Y este hombre, como si de un golpe del destino se tratara, accede al contenido de la caja 507, a la que los atracadores no conceden importancia, pero que es la clave para desmontar esta red de corrupción. En el otro extremo, Rafael (José Coronado moldeando sus hieráticas caracterizaciones junto a Urbizu), un ex-policía, que asimismo ve su oscura vida desmoronarse si el contenido de la caja se desvelase. El film es intenso, valiente, irregular en algunos tramos, pero con la convicción de los grandes clásicos; una joya, a punto de cumplir los 20 años, y que mantiene vigente su fuerza dialéctica, no sólo como exponente de este "cine negro español", sino como necesario corolario y denunciante de ese otro país, que sólo vemos venir cuando nos explota en las narices.
Siempre reivindicable.
Saludos.
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