sábado, 3 de marzo de 2018
Nomeolvides
A GHOST STORY merecería un punto y aparte en el panorama de actualidad, al menos para intentar descifrar la deriva de David Lowery, un director, más que inclasificable, indetectable, curiosamente a medio camino del cine de autor con tufillo y la comercialidad camuflada en multitud de capas eximidas del tic vagamente consensuado. Lo que Lowery quiere contar no es para nada insondablemente profundo ¿O sí? Lo que se nos cuenta es el paso del tiempo, la necesidad del amor como bálsamo que una los escasos momentos de felicidad y, sobre todo, una idea tan hermosa como terrible: sólo seremos eternos mientras no pasemos al olvido total. Lo curioso de todo ello es que Lowery aborda estos temas sin grandilocuencia, incluso con un motivo principal no exento de sorna: el protagonista muere repentinamente, deja de existir en pantalla y se convierte, cómo no, en un fantasma. Un fantasma como dios manda, debería añadir, con su sábana y todo; un ente silencioso, con pequeños movimientos, que vuelve al que ha sido su hogar por una razón que desconoce, aunque lo que se nos da a entender es que el único motivo por el que aún existe (es un decir) es que su pareja aún no le ha olvidado. Luego, es cierto, hay dos o tres momentos algo forzados, como de relleno, en los que la supuesta trascendencia de mostrar la intemporalidad de quien está más allá del tiempo aporta poco al desarrollo de la historia. Es un film bonito de ver, que no molesta ni incomoda, y que transita exactamente el lugar que pretende habitar; quizá como su protagonista, sabe que espera algo pero el qué.
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
2 comentarios:
Pero eso ya lo cuenta "Coco" entreteniendo.
Demasiado tostón innecesario.
Puede que tenga usted hasta algo de razón...
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