lunes, 19 de marzo de 2018
Manual de lucha y libertad #16
OCTAVIA, de 2002, se intuye como culminación, o ajuste de cuentas final del cineasta con su tierra, Salamanca, una patria chica que Martín Patino describe como un pequeño e inaccesible universo plegado sobre sí mismo, satisfecha con su imperceptible paso del tiempo y apegada a unas tradiciones que no se cuestionan jamás. Y de eso va esta irregular cinta, de cuestiones irresolubles y decisiones irreversibles; del desapego que siente la Octavia del título, mestiza, bastarda y falsamente acogida por caridad hacia su madre, de la que se intuye algún pasado escabroso con algún que otro patriarca de marmórea venerabilidad. A la mansión familiar llega Rodrigo, que tuvo que irse por no disidir incluso de los suyos, y que ahora está demasiado mayor para comprender la rabia y frustración de la joven Octavia, pero que internamente envidia su coraje para rebelarse contra una ciudad y un entorno que la relojean con repugnante condescendencia. Pero irregular película, sí, con un reparto irreconciliable, que no se aprovecha de su heterogeneidad, mientras al etéreo guion le cuesta una enormidad concretarse en algo mucho más tangible y reconocible que el habitual punzante discurso contranostálgico de su autor. Merecería de una revisión más reposada y desprejuiciada para encontrarle sus aciertos, que son muchos, pero, sin ser un mal film, se queda a mitad de camino de casi todo.
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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