viernes, 18 de septiembre de 2015
Jazz, porque sí
Es una lástima que un guion tan bueno, tan jugoso y emocionante como el dispuesto por Amy Albany, narrando las vicisitudes derivadas de vivir junto a su padre, el pianista Joe Albany, haya caído en las manos inexpertas de un director que apenas logra cohesionar un par de retazos interesantes, y se pierde la mayor parte del tiempo en dejar la cámara como un espectador más, atenta, eso sí, al descomunal trabajo de John Hawkes, un tipo al que le tienen que dar el oscar de una puñetera vez. En realidad hay bastante poco que contar sobre LOW DOWN, apenas que se trata de un recorrido por el L. A. de principios de los setenta, entre habitaciones sin pagar, whisky barato, toneladas de nicotina y chutes de heroína en los baños de aquellos locales de jazz al que sólo les faltaban las putas. Es mejor, insisto, quedarse con la extraordinaria y compleja composición que Hawkes realiza, sin ninguna compasión, de Albany, atrapado por sus dos adicciones, la heroína y el pìano, pero enamorado incondicionalmente de su hija, a la que apenas si puede mantener. Lo mejor es eso, pero el casting hace aguas; aparecen y desaparecen Elle Fanning, que aún es demasiado blandita y consciente; Peter Dinklage, que defiende con tablas la sordidez de su personaje; Glenn Close disfrazada de la Señora Doubtfire; Lena Headey, demasiado guapa para ser alcohólica terminal; Caleb Landry Jones, que, cómo no, hace de enfermo (me preocupa seriamente lo de este chico); y hasta Flea... Sí, Flea, el de los Red Hot Chili Peppers, haciendo de tontolabas, que ya es rizar el rizo.
Como digo, una lástima, porque los minutos que Hawkes llena la pantalla tocando el piano, borracho, sujetando un cigarrillo en los labios, son de altura cinematográfica. Y, bueno, más o menos eso es todo...
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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