miércoles, 30 de septiembre de 2015
Algunas cosas que ya no vuelven
Con el motivo de los cien años de la revolución mexicana, varios productores decidieron realizar un largometraje dirigido por diez directores diferentes y que intentara captar la esencia de dicha revolución cien años después, cómo ha cambiado el país y qué consecuencias pueden aún rastrearse de lo que, más allá de lo simbólico, parece haber quedado en una especie de recuerdo ensoñado. Afortunadamente, no hay ni rastro de panfletos ni peroratas, y pese a su desigual recorrido, REVOLUCIÓN ha quedado como un inmejorable paso a nivel a una de las cinematografías más interesantes y florecientes de los últimos años.
Abre la función el oscuro lirismo de Fernando Eimbcke en "La bienvenida", donde un humilde lugareño, de un humilde poblado, con una humilde existencia, pasa toda una noche en vela ensayando con su tuba al raso la bienvenida a alguien que se supone honrará con su presencia a su pequeño pueblo. Sólo fataría que se presentase, claro...
Patricia Riggen afloja el discurso, aunque su mezcla de crítica social y humor negro, más que de revolución, habla de los lazos perdidos entre generaciones. "Lindo y querido" nos sitúa en L. A., donde una mujer asiste perpleja a una tradición que desconocía por completo a causa del fallecimiento de su abuelo, que supuestamente combatió junto a Zapata. Se supone que un mexicano de estirpe tiene que volver a su tierra para ser enterrado, pero siya es complicado traspasar una frontera estando vivo...
Menos afortunado aún está el actor Gael García Bernal, que en "Lucio" propone una visión maniquea y absurdamente rupturista alineando los preceptos de la revolución mexicana (y, de paso, glorificándola sin querer) con la rebeldía juvenil de un chaval que esconde un crucifijo bajo la cama, porque no cree en iconos...
Por su parte, Amat Escalante, uno de los "nuevos" directores mexicanos con más proyección y personalidad, acomete en "El cura Nicolás colgado" un fantasmagórico ensayo propulsado por el surrealismo de Buñuel y con un discurso crudo y elocuente. Unos niños encuentran a uncura colgado de un árbol, aún vivo; su burro y su monaguillo han sido literalmente quemados. Tras ayudarlo y caminar varios días por el desierto, el film parece transfigurarse de aquel pasado revolucionario y brutal a otro aún más terrorífico, que es la jungla de coches y restaurantes de comida rápida al otro lado de la autopista...
Y, cómo no... Reygadas. "Este es mi reino" es una locura orgiástica en la que cabe de todo alrededor de un interminable banquete al aire libre que pretende, como todo el cine de su controvertido autor, conciliar a lo bestia los dos Méxicos, el que "gringuea" y el que no lo hace porque no lo dejan. Hay coches incendiados, locas del putiferio, ancianos pajilleros, máscaras del ring, poetas sin discurso, perros, camisetas del Chelsea, polos de Lacoste, pulque en vasos de plástico pringoso, niños huidizos, alcohol... más alcohol... Hogueras...
Mariana Chenillo también patina con "La tienda de raya", donde no da con el tono justo y parece olvidar el trasfondo que demanda el film en el que está inscrito. Una empleada de supermercado tiene una cita con un tímido encargado, pero debe resolver el dilema dental que la aflige antes del Viernes... La verdad, no sé qué pensar...
Más difícil es el caso de Gerardo Naranjo, que en "R-100" efectúa un ejercicio de vaciado que raya un absurdo lo suficientemente bien organizado para que, más allá de la lectura que podamos hacerle, y pese a que se trata de una historia llena de tensión y misterio, la sensación es la de que estamos ante un estupendo preámbulo o in troducción a un film que no existe, pero que se presume más grande y elaborado. Un hombre lleva a otro, moribundo, a cuestas por el desierto (esos desiertos...), llega a una autopista e intenta parar un coche, sin éxito, así que tendrá que usar métodos... menos "formales"...
Sin embargo, mi segmento favorito es "30-30", en alusión a los fusiles utilizados en la revolución. Rodrigo Plá, director uruguayo radicado en México y autor de la estupenda LA DEMORA, acompaña a la pesada figura del nieto de Pancho Villa, mostrándolo como un hombre sencillo que se plancha sus camisas y que, tembloroso, espera su turno para ofrecer un pequeño discurso que apenas si es capaz de memorizar. Es una fiesta conmemorativa, pero a nadie le interesa ya escuchar qué pasó realmente, siempre es más edificante bailar un narcocorrido o disfrazar a un puñado de modelos como si fuesen revolucionarias del Playboy...
A Diego Luna, en "Pacífico" le pasa también que se queda a medio camino de la poesía visual, el relato trascendente y la búsqueda "reygadiana". No sé exactamente qué es lo que intenta contar, excepto que un tipo tiene una discusión con su pareja y luego se va a dar machetazos a un terreno que pretende vender... ¿?...
Menos justificable es, sin embargo, el cierre, a cargo del estomagante Rodrigo García. No porque se trate de un cineasta colombiano, que no seré yo quien le dé importancia a tamaña fruslería, sino porque se gusta tanto, se relame tanto, se perfuma e inviste tanto, que parece una tontería no engañotarlo a él, igual que a tantos, como autor de videoclips. "La 7th street y Alvarado" es una sucesión de postales que parecen sacadas del National Geographic, rodadas a cámara ultralenta y que (ahí es nada) mezcla una calle californiana, repleta de gente en sus quehaceres diarios, con una tropa de revolucionarios que miran, eso sí, desafiantes a cámara. Me pregunto qué es la revolución, un relato filmado que se quiera presentar como revolucionario... Esto, desde luego, está en las antípodas...
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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