miércoles, 11 de diciembre de 2013

Negra es la noche



La noche, según Olivier Smolders, es un perpetuo que lo domina todo; incluso las formas, incluso los temas, los tiempos, los modos. NUIT NOIRE es un intento más loable que acertado de ennegrecer el universo onírico de David Lynch en torno a una obsesión, la de su lacónico protagonista, Oscar, que en realidad son varias. Oscar trabaja en una especie de museo de entomología y su vida es un monótono trasiego desde su pulcro despacho hasta la pequeña habitación alquilada donde un día (es un decir, porque aquí no hay día) encuentra a una mujer negra embarazada en su cama, una mujer que habla un extraño idioma y a la que no puede echar por temor a su entrometida casera. Oscar recibirá a partir de entonces unas visitas cada vez más extrañas: dos inquietantes gemelos, que igual son niños que ancianos; un grupo de jóvenes estudiantes de visita en el museo que se burlarán de él, y del que se separará una adolescente que termina por seducirlo y, finalmente, vejarlo como el imbécil apocado que es. En sus visitas al médico, además de su insomnio y sus pesadillas (que quizá sean lo más real de su vida), Oscar descubre que su amor y fascinación por el lomo duro y brillante de un coleóptero no se desvía del vientre hinchado de la embarazada, pero tampoco del cielo, siempre negro.
Así dicho, Smolders traza un itinerario subyugante a través de una mente cuyos recovecos apenas nos son revelados; una vez visto el film, me quedan dos cosas claras: imitar a Lynch es como imitar a Tarkovski, porque se nota a leguas. Por otra parte, y una vez vista su extraordinaria compilación de cortos y mediometrajes, me queda aún más diáfano que el director belga se maneja infinitamente mejor cuanto más radical es su propuesta, y menos con un desarrollo-tipo, con sus secuencias y sus compartimentos, porque además de ser capaz de generar imágenes sorprendentes (y tampoco es el caso), hay que narrar algo, porque se corre el riesgo de caer en la intrascendencia y el sopor estético. Es elocuente el silencio que Smolders mantiene (en el terreno del largo) desde hace ocho años.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!