viernes, 6 de diciembre de 2013
Perros, peyote y desiertos
Hay algo que me ocurre con SEVEN PSYCHOPATHS que no me ocurrió con IN BRUGES. El segundo largometraje de Martin McDonagh se diluye justo donde el primero se hacía fuerte; la ambiciosa e intrincada trama, a medida que va mostrando sus verdaderas intenciones, va empequeñeciéndose, banalizándose. O lo que es peor: mientras todo es un puro cachondeo se disfruta; cuando la cosa se pone seria no hay quien la aguante. IN BRUGES parece una comedia hasta que nos damos cuenta de que estamos ante unos tipos muy jodidos y muy cabrones; SEVEN PSYCHOPATHS parece una película de Robert Altman hasta que los tres protagonistas se sientan en el desierto y sacan el peyote. Antes teníamos un divertimento sofisticado y con diálogos ingeniosos y ahora, casi al final, resulta que hay tiros y lo arreglamos todo por las bravas. Es el tono, la intensidad y modulación de su discurso lo que me aleja una enormidad de esta película, aparentemente más compleja que su predecesora, pero quizá esto sólo sea un efecto causado por un reparto más amplio (aunque, en mi opinión, mal administrado), porque entonces ya no puedes repetir chistes. Tiene, sin embargo, algunas cosas francamente buenas, y es una lástima que, por ejemplo, la inquietante aparición del gran Tom Waits quede tan dispersa, aunque al respecto les advierto que no se pierdan el final (pero el final-final), que es lo mejor de este film dislocado, cuyos actores principales parecen estar cada uno en su propio rollo y donde falta una miaja de cohesión. Y, sí, Tarantino lo liaba todo mucho más, pero él tenía la varita mágica escondida...
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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