jueves, 19 de diciembre de 2013
Cine en crisis #5
Si, como peroraba el gran Germán Coppini, viniese un alien divino y me diese a elegir qué me gustaría ser en un excitante mundo de hipótesis y posibilidades, yo no dudaría: sería Michael Cimino. Porque hemos hablado de cine miserable, de cine derrochador, de cine absurdo en los presupuestos y de cine simplemente inviable, pero hay que tener dos cojones muy italianamente puestos para hacer una barbaridad como HEAVEN'S GATE. Barbaridad, entendiendo la palabra en toda su excesiva extensión. Toda.
HEAVEN´S GATE es una obra maestra, una película con momentos de una extrañeza visual de la que luego han bebido multitud de imitadores y que obtiene sus cartas de nobleza justo cuando la era digital se revela completamente impotente para "reproducir" los saltos de tiempo con los que Cimino no pretende "plasmar", sino que el recuadro emane latidos de emoción verdadera. El arranque me recuerda al Joyce desbordante que no encuentra el número de palabras suficiente para que toquemos las paredes u observemos esos rostros borrachos, jadeantes; es el momento de John Hurt, que se sublima y que luego no tiene ya tanto peso. Luego han pasado veinte años y, curiosamente, el tiempo parece pretérito; hemos pasado de los parlamentos, las universidades y las fraternidades al polvo, las tabernas, las botellas de whisky y los revólveres: ¡es un western! Y supongo que no lo parece, o no lo parecía; y que quizá Cimino embaucó a los gaznápiros de la UA con la promesa de un fabuloso revival, con estrellas como Kris Kristofferson, emergentes como Christopher Walken o Jeff Bridges y el punto de exotismo de una joven Isabelle Huppert. Incluso la aparición de una leyenda como Joseph Cotten. Luego habría que intentar entender a los montadores de la UA, dañada en su propia concepción hollywoodense del espectáculo ¿Qué era esa historia morosa, sin picos de "violines" ni tragedia redentora? ¿Dónde estaban los héroes, "los buenos"? ¿Qué se escondía tras ese interés por defender a los pequeños propietarios por parte de un Marshall que en esencia es un putero y un fracasado? ¿Acaso Cimino era un díscolo resentido intentando poner una bomba en el corazón de la industria? El tijeretazo fue abrumador, y se notó en los cimientos de una obra que, aun así, es capaz de mantenerse en pie. Tras más de treinta años se le han añadido algunos trozos (no demasiado relevantes, es cierto) que la han llevado hasta casi las cuatro horas de duración, pero mucho me temo que será imposible que podamos disfrutar alguna vez de lo que una vez Michael Cimino llegó a tener en la cabeza. Un poema brutal y desesperado sobre un tiempo que se fue y que no volverá; lo sublime y lo miserable, lo grande y lo pequeño para extender un mapa y ver qué es la humanidad. Y eso, creo yo, vale un poco más de una perra gorda...
Saludos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
2 comentarios:
Masterpice.
El canto de cisne de una era cinematográfica maravillosa.
Yo siempre he dicho que si una productora tiene que arruinarse tiene que ser así, en excesivo...
Cimino me parece un grande, con pocas pelis, pero un grande...
Publicar un comentario