jueves, 29 de agosto de 2013
El origen de las cosas
Efectivamente, tanto la fabulosa película de John Carpenter como su horroroso remake/precuela o lo que sea, estaban precedidas en el tiempo por una curiosa producción de la RKO de 1951. Muy curiosa, y no sólo por su novedosa mezcla de terror claustrofóbico y ciencia-ficción, sino también porque el nombre que encabezaba el proyecto no era otro que el de Howard Hawks. Mucho se ha especulado acerca de si no fue el propio Hawks quien dirigió este film tan alejado de sus obras más famosas, mientras usó al artesano televisivo Christian Nyby como salvaguarda de su intachable reputación en Hollywood. Sea como fuese, THE THING FROM ANOTHER WORLD es una típica película de serie B de la época, con actores desconocidos, escasos recursos y una saludable querencia por ir al grano sin marear mucho la perdiz. Una serie B, eso sí, con una calidad superior a la media y unos diálogos excelentes, sin un solo asomo de endeblez formal. La historia ya se la saben, no hay apenas variaciones, excepto la que supone la gran diferencia entre este film y el de Carpenter; y es que el terror de THE THING FROM ANOTHER WORLD proviene de un crescendo tensional a medida que sus personajes se van dando cuenta de a qué están a punto de enfrentarse. No veremos nada hasta ya el final de la cinta, pero lo que se nos va narrando irá formando las terribles imágenes que en la versión de 1982 sí fueron explícitas; esto es, un alienígena sin forma y que toma la apariencia de sus víctimas como camuflaje. Como la mayoría de títulos de la época, es imposible no pensar en el símil metafórico de la guerra fría, aunque (y esto es curioso por sí mismo) compensan la carga militarista los excelentes e inusuales diálogos y la banda sonora de Dimitri Tiomkin, de gran carga dramática. Un clásico en toda regla, no tan mítico como en realidad merecería pero que se ve con una frescura que es complicado encontrar hoy día en propuestas similares y que además anticipa los trillados caminos del slasher menos físico.
Saludos árticos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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