jueves, 4 de abril de 2013

Sangre, barro y leyendas



La figura de "Wild Bill" Hickok ha sido llevada a la pantalla en multitud de ocasiones y con multiplicidad de puntos de vista acerca de este atípico pistolero que también fue sheriff, marshal y hasta actor de variedades no sólo por su inconfundible atuendo, peinado y bigote, sino por lo confuso de su tormentosa biografía. Así, el retrato que Walter Hill ensayó en 1995, sin desmerecer sus más destacados aspectos, luce difusa más que ecléctica, y pesimista más que sombría. Sin ser en absoluto una mala película, WILD BILL sabe apoyarse en su gran bastión (un fabuloso Jeff Bridges), pero desiste demasiado pronto de buscar sendas alternativas para realzar su argumento, que no necesita tanto dada su poderosa naturaleza. Walter Hill filma la violencia y la brutalidad como nadie, pero siempre le ha patinado tener que dar muchas explicaciones, lo que queda de manifiesto en unos innecesarios y cutres flashbacks de corte onírico que actúan como certeros presagios del fatídico final que espera a "Wild Bill", cual cocodrilo peterpanesco, y que casi ni importa obviar, ya que es moneda de uso común. El film gana enteros cuando Bridges se apodera de la pantalla, la hace añicos y demuestra cómo domina un personaje más complejo de lo que parece; huraño y mortífero, pero al mismo tiempo entrañable y con un punto humorístico rayano en lo esperpéntico. No corren tanta suerte el extenso plantel de secundarios. John Hurt, pese a ser la voz en off que narra todo el film, apenas si aparece en un par de escenas sin mucha historia; Diane Lane, igual, y además sólo se la ve en el horroroso grano empleado por Lloyd Ahern para las escenas en el pasado; Ellen Barkin, sin embargo, sabe insuflarle vitalidad y desvergüenza a una Calamity Jane de las que hacen época; pero ni la ínclita Christina Applegate (¿se acuerdan de ella?), ni Bruce Dern, ni Keith Carradine (vaya Buffalo Bill más inane...) levantan cabeza. Lo peor es el papel reservado a David Arquette, que no sé si era necesario que remarcase tanto su gilipollez galopante o es que el chaval es así y ya está. En resumen, un film extraño, cojo, tambaleante; grandioso cuando va al grano pero infame cuando se va por las ramas... Walter Hill, ni más ni menos... Y, bueno, también está la música de un tal Van Dyke Parks, claro...
Saludos salvajes.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!