jueves, 11 de abril de 2013
Inventando patrias
El comienzo de THE PLAINSMAN (que fue incomprensiblemente conocida como "Buffalo Bill", a secas) nos podría remitir directamente a un título muy reciente. El presidente Lincoln dicta una serie de directrices en un majestuoso plano-secuencia mientras la voraz cámara de Cecil B. DeMille (para mí el gran mentor no confesado de Spielberg) incrusta en el subconsciente del espectador todo aquello que le sirva para conformar un incontestable páramo de responsabilidades nacionales, sea cual fuere el personaje que aparezca después. Lincoln es asesinado fuera de campo y alguien menciona en un barco al general Custer; en ese barco viaja Buffalo Bill tras contraer matrimonio y (aparentemente) sentar la cabeza, pero nuestra atención ha de detenerse en otro personaje, un atildado e imponente pistolero con dos Colts enfundados al revés. Efectivamente, es Wild Bill Hickok... aunque sin bigote y sin melenas, porque uno no se imagina a Gary Cooper como un hippy cualquiera... Es una estrategia muy clásica pero que muy pocos directores estarían dispuestos a usar de manera tan abotonada; y es que el gran protagonista de THE PLAINSMAN es, evidentemente, Hickok. Como western, se trata de un film clásico a rabiar (es de 1936), con un uso de las transparencias soberbio y unas actuaciones precisas para el relato de héroes y villanos que se quiere contar. En el punto más controvertido estaría el terrible trato de DeMille a los indios, a los que pinta poco menos que como imbéciles trogloditas, aparte de retratar la muerte de Hickok como le da la real gana, que para eso era el tipo que mandaba en los estudios... A Cooper lo acompañan la solvente Jean Arthur, intentando dotar a "su Calamity Jane" de cierto aire de locura y un desapercibido James Ellison, desacertada elección para un Buffalo Bill demasiado tímidillo. Sin embargo, hay que reconocerle a DeMille el manejo que tenía de los grandes espacios, y cómo era capaz de construir imágenes para la retina (ese general Custer rodeado de indios y aferrado a la bandera hasta el último aliento...). La anécdota queda para la parte final, en el Bella Union: si han visto el WILD BILL de Walter Hill (reseña aquí mismo y hace sólo unos días), no podrán evitar una sonrisilla cuando vean la misma máquina batidora sobre el mostrador...
Saludos épicos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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