Hubo un tiempo en el que el énfasis, el entusiasmo por trasladar a una serie de espectadores el alma de una narración, comprendía la mayor parte de los esfuerzos de la industria cinematográfica. Eran los tiempos de los estudios, de las estrellas y los grandes secundarios, los tiempos de los directores apasionados y concienzudos y de los mejores guiones de la historia. Y ésta es la historia de cómo un joven llamado John Huston logró convencer nada menos que a la Warner para que le financiara su debut, nada menos que con una novela de Dashiell Hammett que en otras adaptaciones no había salido demasiado bien parada. La productora aceptó pero con varios condicionantes: Sam Spade sería interpretado por un incipiente Humphrey Bogart; Mary Astor (que no era muy del agrado de Huston) se reservaría el difícil papel de la resbaladiza Brigid O'Shaughnessy; mientras que el otro plato fuerte venía de la mano de un genial Peter Lorre encarnando al desconcertante Joel Cairo y, sobre todo, la impresionante interpretación de Sydney Greenstreet, un desconocido actor británico que procedía del teatro y que hacía su debut (y vaya debut) con 62 tacos. Esta impredecible amalgama hacía presagiar un sonoro fracaso, pero John Huston era un genio y THE MALTESE FALCON se convirtió en un clásico instantáneo en un año inolvidable para el séptimo arte, donde también debutó un tal Orson Welles. En los oscar, la cosa estaba complicada, benditamente complicada, porque a Bogey ni siquiera lo nominaron, mientras que Donald Crisp (inmerecidamente, creo) arrebató la estatuilla al enorme Greenstreet y el grandísimo guión elaborado por Huston era ninguneado por la academia. Esta obra maestra e imperecedera se fue de vacío, pero sigue constituyendo, setenta años después, todo un manual de cine negro, con sus giros ineperados, sus personajes cínicos y herméticos, que guardan más de lo que muestran y con esa maravillosa atmósfera de la época, donde cada pieza va encajando no como el espectador pensaba, sino como el director quiere que sea. Ahora es fácil imitar a Huston y refinar la imagen y el estilo, pero hablamos de la película que sentó las bases del cine negro de una vez por todas. Háganse un favor y véanla.
Saludos del material del que están hechos los sueños.
2 comentarios:
Pues creo que tiene usted razón y me tendré que hacer un favor y verla, porque tengo mis dudas que la haya visto, y si la he visto pues no me acuerdo. Y ya sé que es un pecado porque es un clásico del cine, pero qué le voy a hacer...
Un saludo!
Pues véala, que es magnífica. Ya no hay diálogos así...
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