THE LIFE OF DAVID GALE fue uno de esos extraños casos de películas que, aunando varios triunfos (excelentes actores, director solvente e historia potente e imaginativa), pasó de inmediato a un ostracismo del que nadie la ha reivindicado siete años después de su anecdótico estreno. Si no la han visto, les resumo su apasionante argumento, a ver qué les parece.
David Gale (Kevin Spacey) es un tipo ejemplar, inteligente y comprometido. Da clases en la universidad, tiene una hermosa familia y, por si fuera poco, resulta ser un activista que lucha a diario contra la pena de muerte. Una vez planteado esto, lo que nos llama la atención es que Gale sea acusado de violar y asesinar a su compañera de activismos (Laura Linney) y espere su ejecución en el corredor de la muerte. Evidentemente, la baza de Alan Parker era el sobreexcitante extrañamiento de tan exótico planteamiento, por lo que resolverlo de manera satisfactoria era, indudablemente, su mayor quebradero de cabeza. No podemos, por tanto, desvelar mucho más de una historia que va desenrollándose continuamente hasta su explosivo y poco menos que pantagruélico final, tan polémico como desconcertante y que dividió por completo a cuantos la vieron. Las confesiones de Gale a una joven periodista (Kate Winslet), extrañas, casi incriminatorias, son un punto a favor del tambaleante entramado que nos es presentado; mientras que el exceso de efectismos, que la enclava directamente en el cine comercial más chabacano, es lo que la convierte definitivamente en un título invisible y poco apreciado. No es que yo la defienda por encima de cualquier cosa, pero al menos me parece un digno intento de ir un paso más allá en la construcción de tramas imposibles.
Saludos sin salvación aparente.
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