¿He dicho alguna vez aquí que me encanta THELMA & LOUISE? Porque como me he metido tanto con Ridley Scott, a lo mejor no se sabe que este señor tiene algunas películas que están pero que muy bien rodadas.
En un momento, a principios de los noventa, donde los mitos empezaban ya a caerse y afloraban títulos comerciales de aire profundamente desencantado, apesadumbrado, también Scott se apuntó al carro de las road movies sin retorno, donde sus personajes, en una huida constante, terminan por encontrarse a ellos mismos, aunque ello signifique perder todo lo demás. Sin ir más lejos, la (anti) heroína que Jonathan Demme se sacó de la manga para adentrarse en el aliento de la bestia, fue la única que pudo desbancar de los oscar tanto a Geena Davis, en el papel de su vida, como a Susan Sarandon, que tampoco es que hiciera luego nada del otro mundo. THELMA & LOUISE es la agridulce historia de dos mujeres que están literalmente hasta el coño (y perdón por el exabrupto) de los hombres, así que se encuentran casualmente en un Thunderbird y deciden que lo único que las podrá detener será el final del camino, lo que queda magníficamente plasmado en una escena final que ha quedado por derecho propio grabada en las retinas de los cinéfilos. Scott también dio a conocer a un tal Brad Pitt, pero esto no estoy muy seguro de querer agradecérselo. En resumidas cuentas, blockbuster de absoluto lujo, que mantiene intacta su frescura a veinte años de su estreno y que puede suponer, en caso de revisión, la curiosa constatación de que Scott, cuando quería, se ponía... Lo malo es que ya hace mucho que parece que no quiere...
Saludos despeñados.
1 comentario:
Grandioso final, grandioso. Un peliculaso ahí como un champiñón en el medio de lo que era la carrera de este hombre en esa época.
Saludetes
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