sábado, 15 de febrero de 2020
Brocha gorda o pincel fino
Uno de los retos más difíciles para un director que aspira a retorcer el género, consiste en encontrar el equilibrio sobre el desajuste. Dicho en otras palabras, no perder la línea ni la perspectiva de lo que se cuenta, al tiempo que la narración muestra puntos de fuga que la hagan imprevisible y estimulante. La premisa contenida en BLISS, último film de Joe Begos, mejora una barbaridad lo que este director, que siempre se ha movido en la serie B, ha venido mostrando en sus tres films anteriores. Vendría a ser un estroboscópico refrito de otros tantos títulos que el buen cinéfilo no tardará en descubrir, aunque esta referencia constante le resta empaque y entidad propia, quedando como un buen film de bajo presupuesto, pero que no va a ser citado de aquí en adelante. Dezzy (una intensa Dora Madison) es una joven pintora que pasa las horas muertas ante un lienzo empezado, pero al que se ve incapaz de continuar pintando. Acuciada por las deudas y un agente que se niega a seguir trabajando con ella, se hunde en una noche repleta de drogas, alcohol y sexo desenfrenado. Tras comprar una extraña droga, comienza a confundir sueño y realidad, pero a medida que crece su desconcierto, ve cómo el lienzo va tomando forma, aunque sus noches son algo más inquietantes de lo que parecen. Mezcla de psicopatía, vampirismo y la eterna leyenda del artista maldito, BLISS recuerda a esos títulos que van aflorando a medida que desarrolla su, por momentos, incontrolable argumento. Una película que podría ser mejor de lo que es, pero que al menos se toma lo suficientemente en serio a sí misma para no caer en la autoparodia.
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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