viernes, 15 de marzo de 2019
Aquella vieja América
También se fue de vacío, aunque esta vez de los oscar, THE BALLAD OF BUSTER SCRUGGS, con la que los hermanos Coen recuperan gran parte de la sorna que les hizo famosos con sus primeros trabajos, aunque es cierto que el carácter episódico le resta empaque al conjunto, y se atisba un nivel irregular, con algunos momentos de traca y otros que pertenecen desde ya a lo mejor de su filmografía. Con la excusa de presentar un libro de relatos sobre el viejo Oeste, la película intenta capturar diversos instantes de un tiempo mítico y pretérito, del que se ha hablado, escrito y filmado mucho, pero del que se ha mitificado aún más. La historia que abre es la que presenta al personaje del título, Buster Scruggs (un hilarante Tim Blake Nelson), mitad trovador del cancionero clásico y mitad pistolero cuasi infalible, cuyo carácter desenfadado no le libra de tener que batirse en duelo constantemente. Un arranque estupendo y que determina el tono general de la película, que sin embargo baja bastante en el siguiente episodio, excesivamente descuidado y en el que James Franco interpreta a un atracador que encuentra más dificultades de las previstas para llevarse el dinero de un desvencijado banco en mitad de la nada, con la única oposición de un anciano cajero. Podría haber dado para mucho más. El tono cambia radicalmente en el tercer segmento, donde Liam Neeson interpreta a un buhonero que se gana la vida ofreciendo actuaciones del "fenómeno que encontró en las calles de Londres", un joven sin extremidades que recita largos pasajes de Shakespeare y remata con un famoso parlamento de Abraham Lincoln. Sin embargo, la audiencia va disminuyendo y el buhonero tendrá que tomar una decisión drástica, que los Coen son capaces de rodar con elegancia y suma inteligencia. Luego, de nuevo hay un cambio radical, con un irreconocible Tom Waits interpretando (magistralmente, en mi opinión) a un viejo buscador de oro, que cree haber dado con un filón en la orilla de un apartado río. Aquí brilla con luz propia la excepcional fotografía de Bruno Delbonnel, alcanzando cotas casi de puro hiperrealismo e ilustrando un episodio francamente memorable. Le sigue el que creo que es el mejor de todos los episodios, o al menos el de guion más elaborado, con una joven tímida y poco agraciada (estupenda Zoe Kazan) que se embarca en una caravana junto a su hermano, para casarse con un supuesto prometido que éste se ha encargado de buscarle, pero el hermano muere enfermo y ella queda totalmente desprotegida. Pero uno de los guías de la caravana termina por cogerle cariño y le hace una proposición conveniente para ambos cuando la caravana llegue a su destino. El desenlace, sin embargo, tan inesperado como brillantemente resuelto, da cuenta de las muchas vueltas que puede dar el destino, incluso cuando hagamos lo posible para que éste no cambie. De lo mejor que han rodado los Coen en muchísimo tiempo, y los que hayan seguido su filmografía pueden corroborarlo y confirmarlo. Y para terminar, un episodio que, sin estar mal rodado, da la sensación de quedarse a medias de casi todo lo que propone. Un típico relato oral a cinco bandas en el interior de una diligencia, en el que coinciden un trampero, una señora de edad que va a reunirse con su marido, un jugador de cartas, dos cazarrecompensas y el cuerpo del último tipo al que han dado caza y que deben entregar. Imagino que los Coen querían clausurar el film con una especie de lección moral y metafísica, e intuyo que no pueda leerse literalmente, sino como ese "final de trayecto" que a todos nos llega de un modo u otro.
En definitiva, una estupenda película, que no entiendo cómo no ha tenido mayor repercusión, y que vuelve a insuflar vida a unos cineastas a los que todavía les queda muchísimo por contar.
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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