viernes, 1 de marzo de 2019

Me lo dices o me lo cuentas (del sentido de la obviedad)



El cine de Alfonso Cuarón ha ido mutando de una manera extraña, quizá la explicación esté en la asunción de un lenguaje de las formas, los sonidos, las sensaciones, en detrimento de un cine "hablado", con las muchas connotaciones que dicho adjetivo conlleva. Cuarón está, lo quiera o no, en el stablishment hollywoodense, y hay un malestar muy complicado de explicar que me impide verle como un autor plenamente emancipado, pues me parece que, insisto, de un tiempo a esta parte, está rodando para gusto y deleite del espectador norteamericano (y atención, que aquí me despeño) huérfano de sabores genuinos y sobado por la dictadura del digital. Estoy intentando diseccionar, más que el "qué", el "por qué" de una película como ROMA ¿Es mejor lo que cuenta o cómo lo cuenta? Y no me refiero a la historia en sí, sino más bien a cómo su más que previsible pudor le impide entrar de lleno en una memoria que se nos quiere vender como terrible, pero obvia la carga implícita de racismo y explotación, que es (o yo no veo otra) la gran excusa argumental de un film que no tiene más argumento que el de cualquier culebrón de tres al cuarto. Ahora bien, eso es lo que cuenta, y personalmente me conmueve lo justito, pues todo lo que ocurre es previsible y conocido; el gran mérito de Cuarón es cómo lo cuenta, la dialéctica de sus planos en un blanco y negro purísimo y que desmonta al mito de Lubezki, mientras el sonido parece husmear de un lado a otro, en una agónica fiesta del ensayo y repetición de lo que entendemos por "fresco". Y, sí, ya sé que la opinión generalizada es favorable y sospechosamente correcta en los análisis, y que la reata de premios no invita precisamente despacharse como abogado del diablo. Por eso, de momento y a falta de nuevos visionados, no me parece la gigantesca obra maestra que me han vendido, pero sí una película soberbia, un reto personal del señor Cuarón, al que no me cansaré de pedir que le hagan llegar buenos guiones... (guiño al respetable)... O eso, o melodía miserabilista de pollas y mierdas, de bebés muertos y padres ausentes... Porque a lo mejor no era más que eso, una venganza alargada en exceso...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!