viernes, 19 de julio de 2013
Por la bahía
Déjenme que les recomiende un peliculón como la copa de un pino para estas vacaciones; uno de esos títulos que suelen quedarse varados en la memoria colectiva, sin tanto bombo como otros, posiblemente inferiores, y que suponen interesantes puntos de ruptura, abiertos a la modernidad, en la forma de narrar el cine negro clásico. Y es que en THE LINEUP, Don Siegel demuestra por qué fue uno de los mejores directores de su generación, sobre todo uno de los más dotados para expandir su imaginería sin ningún miedo al rechazo de un público acostumbrado a un confortable sedentarismo mental. La trama, diabólica, se centra en una maleta en la que se descubre un alijo de heroína, aunque nada hace pensar que su portador, un eminente y prestigioso profesor, sea su auténtico dueño; así, se iniciará una intensa investigación en torno a lo que la policía de San Francisco concluye como una red de contrabando aún mayor. Hasta ahí se trata de un thriller típico, pero que se verá transportado a un nivel completamente novedoso al introducir a una fascinante pareja encargada de recuperar el alijo extraviado. Dancer, magistralmente interpretado por Eli Wallach, anticipa a tantos y tantos ¿gangsters?... más bien perturbados mentales, tipos violentos con poca conciencia y que no dudan en usar cualquier método para lograr su fin; a su lado siempre irá Julian (Robert Keith), veterano, cerebral, calculador y que jamás usa la violencia. El tándem perfecto. THE LINEUP se consigna en ese momento de introducción en un film que funciona a dos niveles: el que muestra a los detectives usando sus métodos para identificar y localizar a quienes van tras la droga y el periplo de esta singular pareja, con el que Siegel traza su complejas psicología con mano maestra. Y todo ello sin que la acción y la intriga decaigan en ningún momento; la secuencia final es una barbaridad de montaje, y sólo por esos escasos ocho minutos merecería la pena echar un vistazo a este film no tan conocido, pero de un valor incontestable.
Saludos sospechosos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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