miércoles, 3 de julio de 2013
La felicidad que escapaba como espuma del mar
De alguna manera que aún no sé describir con exactitud, debe ser RYAN'S DAUGHTER mi película preferida de David Lean. Difícil aseverarlo, en todo caso, pues hablo de un director al que respeto profundamente y que yo coloco entre los diez más importantes de la historia del cine sin pestañear ¿Cómo es entonces ese arrebato cuasicósmico que arranca con el ruido del omnipresente acantilado y encadena con el dibujo, pictórico y terrenal, de unas figurillas apenas visibles desde el jodidísimo punto de vista que Lean nos ofrece? Y es que, en un juego brillantemente "faulkneriano", nosotros, sagaces espectadores que tan ilustrados creemos estar en todo momento, hemos de conformarnos con las observaciones de un idiota, un retrasado mental que despoja de solemnidad una historia tan hermosa como sórdida, tan luminosa como vergonzante; una historia que a los necios les parecerá de amor, a los abruptos de sexo enconado y a unos cuantos, que supieron ver más allá, un complejo estudio sobre la infelicidad. Imprescindible, en todo caso, es conformar un reparto coral distribuido a lo largo de tres intensas horas y que vira el relato hacia una postura más "joyceana". No es casualidad, pues cada personaje tiene una función o cometido que no puede obviarse y que hace avanzar el film hasta su tremendo desenlace. Enormes actores para unos personajes poderosísimos, y casi como en un polígono indestructible, que se necesita para retroalimentarse los unos a los otros, sobresalen varios. Robert Mitchum, o el norteamericano que mejor ha hecho de irlandés (con permiso de John Wayne, of course), un pobre hombre que vuelve para estar tranquilo y terminará arrastrado por la pasión de una joven, Sarah Miles, que apenas sabe qué es vivir, y que en el transcurso de aprenderlo se dará cuenta de que ser feliz tiene un precio, que es la envidia de quien no lo es; Trevor Howard es el cura que no mira al cielo, sino a la tierra, por eso su sotana siempre está manchada de barro y se remanga para echar una mano a quien lo necesita, un hombre al que le resulta imposible estar en todas partes y que parece oler la fatalidad a kilómetros; Christopher Jones, el oficial inglés que llegó cojeando y que sabe que la ocupación es imposible, y que incapaz de poseer la tierra, poseerá un cuerpo; Leo McKern, el Ryan del título y un burdo tabernero incapaz de defender a su propia hija hasta que no es demasiado tarde. Y por encima de ellos, una presencia inagotable, indescifrable, que observa precisamente porque nadie le observa nunca a él, el tonto del pueblo, una mente que no entiende a la manera común, pero tras cuyos anhelantes ojillos se esconde una verdad inconmovible; un idiota que observa y cuya observación es, a veces, la única información que nos es dada, una torre vigía insólita que por siempre quedará encarnada en la sobrecogedora interpretación de John Mills. Obra maestra absoluta e imprescindible.
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
5 comentarios:
Buena reseña. Te ha faltado decir la inspiración en la historia de Madame Bovary (novela que no he leído).
También mi favorita (o preferida como tú dices) de David Lean, y no me resulta difícil (aunque coincido en que es uno de los grandes y tiene peliculones).
Lo que a mí me parece de traca es que se la cargaran en su estreno porque parecía "vieja" o "clásica"... La crítica quería las tonterías pop de la época que se han quedado más viejas que yo qué sé, mientras que esta película sigue siendo...no, moderna, no. Eterna.
Un saludito.
Si todos los sacerdotes fueran como este Trevor Jones, yo sería católico.
Otra OBRA MAESTRA de Lean.
No soy digno de comentarla.
Qué fotografía, dios mío de mi vida.
Es una película maravillosa, de esas poquitas que yo pondría en todos los colegios, veríais qué generación más chula iba a quedar...
Dos años he aguardado la respuesta de la solicitud que le hice en su día. El proyecto que entonces abarcaba, que partía de esta película de Lean (incomprendida en su tiempo), quedó paralizado por los avatares de la vida y la incapacidad de continuar aquella intención.
La espera impaciente de aquellos primeros días dejó paso a un tiempo para, entre otras cosas, el aprendizaje. He visto muchas de las películas que usted ha comentado y he tenido contacto con cineastas absolutamente desconocidos para mí. Por tenerlos más próximos en la memoria, especial mención a las monografías de Ozu, de Hong Sang-so, el exquisito ciclo de Western (sí, había petróleo), al que ahora trae entre manos, J. Rouch, a todo lo clásico y mucho reciente.
Cuando ya aquel proyecto parecía habitar en el olvido (en los vastos jardines cernudianos), hoy recobra vida. Aunque nunca lo di del todo por muerto, su entrada es un estímulo que voy a aprovechar. Además, no hubiera sido lo mismo sin su aportación. Ya no solo por el valor de su particular visión y estilo personal. Ahora a esto se suma el afecto que ya le tiene esta seguidora. Como a otros seguidores asiduos a su página que enriquecen con sus opiniones sus entradas.
Todo lo de interés está dicho. A ver quién es el guapo que se mete con esta película ahora.
P.D. Cuando concluya lo que retomo se lo comunicaré.
Y una discrepancia. Tendremos que confiar en otras proyecciones para que salgan chulas las generaciones de estos días. Si yo le pongo esto a mis alumnos, tres horas dilatadas de duración que requieren atención y estarse quieto en la silla sin pestañear, se me sublevan como bellacos, y a la que terminan por cortarle la melena es mí. Y a ver qué Robert Mitchum me recoge.
Para dejar un recuerdo que suene, unos minutos de la magnífica BSO.
https://www.youtube.com/watch?v=9AKzM5g4mtk
Saludos a todos, Rod-ae.
Es emocionante comprobar cómo no sólo los blogs no están fenecidos como sistema independiente de comunicación cultural, sino que siguen suscitando inquietudes y vibraciones íntimas, incluso desde la lejanía o el anonimato. Escribir un blog está bien, leerlo con interés es la hostia... Gracias a todos por enésima vez...
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