A menudo hemos defendido desde estas páginas que no se pueden pasar la necesidad de un cine-tipo que no se olvide de su condición concienciadora; espectáculo, sí, de eso se trata en esencia, pero debe haber algo más para no caer en un bucle repetitivo de hastío estético.
El cine alemán suele ser seco, atropellado, carente de la agilidad americana o la elocuencia francesa. Si pensamos en sus mejores títulos, inmediatamente nos vendrán a la memoria las amargas visiones decadentes de Fassbinder o Herzog; evidentemente, omito a los grandes clásicos como Lang o Lubitsch, porque ese cine ya es irrecuperable para Alemania.
Hace muy pocos días, me refería aquí mismo a un excelente film que narraba el proceso de deshumanización de un gris espía de la Alemania Oriental; hoy le toca el turno a la no menos excelente GOOD BYE, LENIN!, que, enclavada en el mismo marco, no deja de ser el reverso de la moneda. Sólo contemplar al vitalista e imaginativo protagonista (magnífico Daniel Brühl) nos remite a otros "héroes de película", en este caso con la difícil misión de mantener a ojos de su madre, recién salida de un coma mientras el muro era derribado, su mundo comunista inalterado. Las peripecias de este joven nos recuerdan a un Charlot sonoro, capaz de cualquier cosa por hacer realidad el imposible deseo la madre; mientras tanto, otro de los grandes aciertos de la película consiste en el muestrario de cómo se adapta un país a la democracia, capitalismo de por medio, logrando momentos de extraño surrealismo, aunque no dudemos de su veracidad, como esa insólita escena en la que un establecimiento abarrotado hay un televisor emitiendo una película porno y la gente está de pie, mirando, sin saber muy bien qué está viendo, con la mirada aún inocente de quien ha tenido vedado el acceso a cualquier tipo información externa. Y la película está trufada de estos momentos en los que no sabemos (tampoco nosotros) si reírnos o preocuparnos, porque esto ocurrió hace menos de veinte años.
Saludos democráticos.
1 comentario:
Esta peli me parecio estupenda, brillante y original, la verdad es que me hubiera gustado visitar el Berlín comunista de los 80 estuve a punto, en fin! menos mal que tenemos el cine.
Saludos
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