Una de las cinematografías más resbaladizas del panorama europeo es, sin duda, la italiana. Tras años de esplendor alrededor de Cinecittá, de la reducción intimista de Rossellini o de Sica, del decadentismo consecuente y arrollador de Visconti, el barroquismo incontrolado de Fellini o la abstracción zen de Antonioni, lo cierto es que Italia se encontraba en una especie de stand by creativo en el que se echaban de menos nuevas figuras y nuevas propuestas. Algo parece estar cambiando lentamente en todo esto y gran parte de culpa la tienen dos filmes que actualmente se pasean de la mano por festivales, sembrando controversia e inquietud. Algo es algo.
Hablaré más adelante de GOMORRA, cuando su exagerado perfume narcótico haya desaparecido o, al menos, atenuado. Hoy le toca a la otra, bastante más fácil de abordar.
IL DIVO arranca presentando a la clase política italiana exactamente igual que Tarantino hacía con sus señores coloreados en RESERVOIR DOGS, primer punto en contra. En interiores, la cámara no cesa de sobar del zoom hacia los rostros, unos rostros a veces desencajados, otras impertérritos... se pretende emular la desbordante coralidad de 8 1/2, pero Fellini es muy grande para eso. De repente, un enorme salón vacío, pasos y su eco y una figura oscura al final; estética por la estética, porque la figura no dice ni hace nada... probablemente demasiado Greenaway en el subconsciente. De vez en cuando, el director salpica esa "realidad forzada" con imágenes al borde del surrealismo, oníricos bailes sin sentido aparente... ¿Han visto INLAND EMPIRE? Encima se nos exige una memoria de elefante a la hora de interpretar toneladas de información acerca de la corrupción política italiana y sus conexiones mafiosas; hasta tal punto, que unos simpáticos e informatizados cartelitos deben recordarnos de quién se habla en cada momento.
Por cierto, la película habla de Giulio Andreotti.
Saludos por piezas.
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