sábado, 14 de septiembre de 2013

Fin de trayecto, comienzos de un cineasta



Maurice Deveraux es una de las cabezas más visibles de cierto nuevo cine de horror canadiense, curiosamente apegado a las formas clásicas (setenteras y ochenteras en su mayoría) y con una querencia por los presupuestos casi inexistentes que obliga al director, y en este caso también guionista, a exprimirse el magín con esmero, algo a lo que desgraciadamente cada vez estamos menos acostumbrados, verbigracia de blockbusters hormonados y provenientes de Yanquilandia. Siendo honestos, éste es un cine de aficionados, de fans del género, rendidos ante los guiños y siempre benevolentes con sus muchas carencias. END OF THE LINE, que fue rodada con apenas 200.000$ y ganó el premio a mejor película del festival de cine fantástico de Austin, es un genuino ejercicio de tensión atmosférica en la que la extrañeza de no saber a ciencia cierta qué está ocurriendo y por qué supone su gran baza. Toda la acción transcurre en el interior de los túneles del metro, donde una muchacha viaja en un solitario vagón y es asaltada por un tipo; repentinamente, el tren se para y la situación empezará a enrarecerse. Así contado no parece muy original, pero sorprende la agilidad con la que Deveraux contrasta y da cabida a un generoso número de personajes, además de manejar con audacia los momentos de realidad y los de alucinación, sin que sepamos muy bien discernirlos. Es un film que contado pierde, porque lo que cuenta es lo de siempre, pero una vez vista su introducción, y tras un par de hábiles giros de guion, es una película que se pasa en un santiamén. Perfecta para atiborrarse de palomitas en una sesión doble dominical.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!