sábado, 20 de octubre de 2012
Un destino relativizado
THE SIN OF HAROLD DIDDLEBOCK es una de las películas más extrañas que he visto nunca. "Extraño" de "extrañamiento"; de no saber bien dónde ubicar lo que se está viendo. Fue la última película protagonizada por el mítico Harold Lloyd (hablamos de 1947) con la única premisa de relanzar su ya más que muerta carrera. Muy curioso, ya digo, no sólo porque significó el definitivo certificado de defunción de un Lloyd, empero, sin agobios económicos (poseía una de las mayores fortunas de Hollywood), pero que insistía a los productores con una morriña de los buenos tiempos, aparte de la absoluta convicción de que su talento para la comedia no habría de verse menoscabado ni por el sonoro ni por su edad (45 tacos, que tampoco era un anciano). El verdadero problema era borrar el gigantesco icono de aquel Lloyd de la época muda, reciclarlo en otro tipo de actor, lo que tiraba para atrás a cualquier productor. Se dice que la California Pictures no era más que la pasta de Lloyd con la cara de otro; el caso es que se las ingenió para protagonizar esta surrealista ¿comedia?... (yo no estaría tan seguro)... que empieza nada menos que con un trepidante flashback de la maravillosa THE FRESHMAN, con un remozado Lloyd corriendo unas yardas que le llevarán hasta... ¡1947! Aquella promesa del fútbol americano se ha convertido en un gris oficinista que, de golpe y porrazo, se ve en la calle. Hasta ahí, Sturges traza un semblante muy diferente de Lloyd y lo integra en las sombras del parado de cierta edad. Harold Diddlebock es el paradigma del common man aplastado por el paso del tiempo; sin saber qué hacer, se emborrachará junto a un vagabundo, perdiendo sus ahorros y... ¿Han visto RESACÓN EN LAS VEGAS?, pues no hay nada nuevo bajo el sol. Diddlebock, en plena fiebre etílica, pasará de la miseria a ser millonario, conocer a la mujer de su vida y, además, cerrar el círculo en una cornisa perseguido... por un león... E insisto: si quieren ver una comedia que no lo es, pero que termina abrazada al slapstick de los tiempos dorados, puede que THE SIN OF HAROLD DIDDLEBOCK les marque un antes y un después en algunos de esos conceptos "inamovibles" que tenían acerca de cómo debe ser la historia del cine; básicamente porque el cine siempre ha sido un medio saludablemente tectónico. Véanla.
Saludos pecaminosos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
2 comentarios:
Suena que tendría que haberla visto ya.
¡Me la apunto!
Es la película en la que uno no esperaría ver a Harold Lloyd; y es así durante buena parte de la misma, aunque al final es puro Lloyd, pero hablado, claro...
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