viernes, 19 de octubre de 2012
Ozu en Viernes #26
Tras la magnífica acogida de TOKYO MONOGATARI (y por extensión, el descubrimiento a nivel mundial de su obra anterior), Yasujiro Ozu emprendió la que sería su película más ambiciosa y elaborada. SOSHUN (PRIMAVERA PRECOZ), extiende ante el espectador una sinuosa red de conflictos, sentimientos y, sobre todo, pareceres humanos, que termina conformando un gran territorio de múltiples pliegues; no tan precisos como cabría esperar, pero sí de un gran calado interior. La fugaz aventura del gris funcionario, hastiado de su fría esposa e inamovible vida, tras la tragedia (veladamente subsecuente) de la pérdida de su único hijo, no es más que un motor inagotable desde el que reverberar los sensibles cambios que la sociedad nipona estaba experimentando a marchas forzadas mientras, lentamente, los escombros de la guerra iban dejando paso a un Japón nuevo, renovado, pero también temeroso de perder sus ancestrales costumbres. Menos ensimismado en sus personajes, Ozu mantiene el fuera de campo como auténtico corazón, y filma una película coral que, increíblemente, se salva del exceso y la parrafada inútil. El ser humano descrito por este maestro de la narración nunca vislumbra su futuro, sino que se aferra a un presente en constante mutación y su asombro y desnudez quedan implícitos en su propia confusión. Finalmente, Ozu cierra el círculo con el prolongado traslado laboral del hombre; una expulsión en toda regla, de su no-sociedad, de su falsedad como marido y de una vida apenas vivida. La mujer llega en el tren, inesperadamente; podría ser una tregua, parece un reencuentro... ¿Quién sabe?... Las vidas contadas siempre deben dejar algún lugar sin descubrir...
Y la semana que viene, más.
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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