viernes, 26 de octubre de 2012
Ozu en Viernes #27
En 1957, Yasujiro Ozu filmó una película que en otras manos habría quedado pedante, excesiva y autobombástica; me refiero a TOKYO BOSHOKU (CREPÚSCULO EN TOKIO), donde ya la habitual lección de moralidad deriva conscientemente hacia una especie de "sorna panorámica", más acorde con el doble reto de dejar definitivamente atrás los fantasmas de la guerra y, además, abordar una nueva generación que empezaba a mirar a occidente como modelo, algo que, por otra parte, el propio Ozu nunca ocultó. Sus "guiños" al cine americano eran constantes, lo que queda patente en una escena francamente fascinante y que marca un antes y un después en el trágico devenir de la historia. La joven Akiko, que acaba de recibir el mazazo de haber quedado embarazada, espera infructuosamente a su novio en un local; al fondo, una fotografía de Mitchum con un revólver; hay un cruce de miradas; el camarero viene varias veces a preguntar; un desconocido se acerca a Akiko, le pregunta por qué está allí tan tarde; ella desconfía... Pero al fin y al cabo es Ozu; el desconocido es un policía que retendrá a Akiko y llamará a su hermana mayor, Takako. Nadie sabe que está embarazada. Punto de inflexión rodado con pulso y brío; antes, hemos conocido a esta familia escindida por el abandono de la madre, de la que nada se sabe; Takako tiene un hijo pequeño al que cuida tras la traumática separación de su marido alcohólico, otra figura fantasmal; el padre intenta mantener la unidad familiar con una rectitud justa y equilibrada, de vez en cuando recibe la visita de su hermana, que vive de préstamos y alardea de una vida práctica y de sentimientos aparcados (¿les suena de algo?). Y al fondo, en este Tokyo de infinitos cables en el que el crepúsculo adopta el último Blanco y Negro filmado por Ozu, la gente juega al MahJong y al Pachinko mientras sorbe fideos con sake; Japón se separa de sí mismo y llega para quedarse junto al resto del mundo. Y el enésimo tren parte; no ha quedado nada tras la tormenta, una tormenta suave pero devastadora. El pulso de un cineasta único.
Y la semana que viene, más.
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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