La nueva película de Fernando Meirelles lo va a tener complicado para subsistir en el tiempo, lo que va a entristecerlo una barbaridad, seguro. El director brasileño lo ha dispuesto todo para trascender, al modo de Iñárritu con BABEL, queriendo abarcar demasiado. Y, sí, es cierto que BLINDNESS es una adaptación de la novela de José Saramago; en la forma lo es, incluso de manera mimética, pero en absoluto en lo más importante: el fondo.
Leí la novela hará un par de años y, dejando de lado el realismo sucio empleado por Saramago, entendí modestamente que el autor portugués pretendía, fundamentalmente, marcar una alegoría explícita sobre la sociedad moderna. La ceguera como acertada metáfora para explicar cómo no prestamos atención a lo que tenemos delante hasta que lo perdemos de vista. Por lo que la historia toma dos vertientes que conviene no separar para no caer en la parodia suave. Meirelles arrastra un gran lastre desde CIDADE DE DEUS, una cinta tan tramposa como sobrevalorada, y es que se ha marcado la imposible meta de ir más allá en cada trabajo, lo que no sólo es imposible sino hasta contraproducente. Por un lado, vemos una cuidada ambientación, con los mismos pasillos en progresiva degeneración, la abyección humana, los instintos desatados por la desesperación, la esperanza en forma de dignidad. Eso es lo que vemos. Lo que no vemos por ninguna parte es qué parte de enseñanza o aprendizaje corresponde a cada personaje, ni rastro de la aguda penetración psicológica del premio Nobel, por lo que el film vaga como un alma en pena, como esos zombis que transitan lentamente por las calles de la ciudad devastada. Una pena, porque el texto daba para mucho más, pero es el precio que hay que pagar por tener a Ruffalo, Moore, García Bernal y distribuirlos adecuadamente, que al final no sabemos hacia dónde dirigir la mirada.
Saludos que no ven...
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