jueves, 1 de noviembre de 2018
Clément de pleno #7
Alguien dijo una vez que la mejor manera de mostrar el horror es a través de sus vericuetos, nunca frontalmente. JEUX INTERDITS es una película terrible, demoledora, con una capacidad inusual de enmudecernos y, si tenemos suerte, recapacitar, sobre lo que hacemos y lo que somos. Sin embargo, lo que René Clément propone no es escabroso, y mucho menos gratuito, pero sí brutal y sincero, dándonos a entender qué es la guerra y cómo sus miserables consecuencias se extienden hasta los sitios más insospechados. El inicio no puede ser más desalentador: una niña de seis años, Paulette, huye junto a sus padres de la ocupación nazi, pero éstos fallecen en un ataque aéreo, y la niña queda sola. O mejor dicho, queda con el cadáver de su perrito, que es lanzado sin miramientos a un río. La desesperada carrera de Paulette por el margen del río hace que se cruce con Michel, un chaval que cuida vacas en la casa familiar y que queda inmediatamente prendado de ese ser extraño, perfumado y bien vestido, que ha llegado a un recóndito rincón de la campiña desde el asolado París. El entorno de Michel es miserable, y no sólo económicamente; su padre odia a muerte a su vecino, su hermano mayor agoniza tras recibir una coz porque no hay dinero para el médico, aunque esta atmósfera de rencores y envidias contrasta con una ignorante bondad que impregna cada palabra de la asombrada familia, que decide acoger a la pequeña Paulette. A partir de ahí, el film se torna diabólicamente complejo, proponiendo un desafío al confrontar dos mundos muy diferentes, el de los niños, que deciden agostar el horror construyendo un pequeño cementerio de animales y el de los adultos, que lo hacen a su manera, evidentemente peleándose. JUEGOS PROHIBIDOS es un film hermoso, no porque su estética sea bonita, que no lo es, sino por ese acopio de humanidad (o humanismo) que siempre se da de bruces con la realidad, con una serie de golpes a cual más seco y contundente. Y se habla mucho de su final, ante el que ni el más endurecido de los espectadores puede quedar indemne; de sus múltiples e importantísimos premios internacionales; o de unas soberbias interpretaciones, incluidas la de los niños, que son capaces de traspasar la pantalla. Yo añado otra cosa, la consagración de un director que no sólo conocía su oficio y lo dominaba, sino que en cada film quedaba claro que estaba dispuesto a dar un paso más allá.
Obra maestra absoluta.
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
2 comentarios:
Hay humanos que no han visto esta película. Están incompletos.
Gracias por este hermoso post.
Guárdalo cien años.
A mandar, maño...
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