lunes, 23 de abril de 2018

La senda del discípulo



Parecía inevitable el surgimiento de nuevos estudios de animación japoneses, los recientes acontecimientos, apuntalados por la desaparición del gran Isao Takahata, así lo atestiguaban. Y es que desde la "supuesta retirada" del pope Hayao Miyazaki, Ghibli tenía poco sentido, si no es para hacer borrón y cuenta nueva, algo que parece un poco complicado por su propia idiosincrasia. Hiromasa Yonebayashi, antiguo trabajador de la mítica factoría, inicia la andadura de Studio Ponoc, y lo hace con MEARI TO MAJO NO HANA (MARY Y LAS FLORES DE LA BRUJA), una fantasía que bebe directamente de los títulos más célebres de Ghibli y que, precisamente por eso, y aun siendo una buena piedra de toque, no parece una paso adelante, ni arriesgado ni significativo, sino una apuesta de consolidación temprana, con unas bases bien sólidas y a la espera de que lluevan guiones de mayor enjundia. El apartado técnico es una barbaridad (no se esperaba menos) y la historia mantiene el interés en torno a Mary Smith, una chica que descubre prácticamente por casualidad que en realidad es una bruja, lo que la llevará a una muy especial escuela de brujería, donde aflorarán sus poderes hasta entonces latentes. No puedo decirles más que es una buena película, de la que no podría decir nada específicamente negativo, excepto que le falta ese aroma "Miyazaki", justo el que consigue que tras cada fotograma vayas a hacer el descubrimiento de tu vida. Pero eso es muy difícil con una primera película, habrá que darle tiempo a este nuevo proyecto.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!