viernes, 20 de abril de 2018

Cien fuerzas que inundan el corazón



Hoy es el "Día D", la onomástica, la celebración, o como mejor lo prefieran llamar. Es un día muy especial, y nos gustaría celebrarlo, o mejor dicho, seguir celebrándolo. Y sólo sabemos levantar la copa de una forma, viendo películas y comentándolas aquí. Y hoy, como no podía ser de otra manera, es el turno de THE GODFATHER: PART II, el ejemplo perfecto de cómo superar algo que se cree insuperable; cómo se puede enfilar una obra redonda y, contra todo pronósico, acabar de redondearla aún más. Esta segunda parte se abre en Corleone, en 1901, donde un pequeño Vito Corleone se ve obligado a huir tras el exterminio de toda su familia a manos del sanguinario capo local; tras llegar a la isla de Ellis en una larga travesía clandestina en barco, ingresa como la forma más baja de ciudadano estadounidense, un inmigrante. Y no cabe duda de que esta considración es fundamental para comprender la deriva del film, pero también dota de un sentido mayor su precuela, mientras Coppola borda el silogismo, casi sobrenatural, entre la figura del joven Vito, que se conviete en mafioso prácticamente obligado por su despiadado entorno, y el nuevo Michael Corleone, sucesor de su padre y dispuesto a sacrificar hasta lo más sagrado, con tal de que su familia (la "familia") continúe intacta. La superposición temporal del guion es sublime, un alarde de narrativa que nunca resulta confusa y que se nutre incesantemente de dos actores en estado de trance y que posiblemente nunca volvieron a alcanzar tal majestuosidad. Al Pacino y Robert de Niro siempre han parecido dos colosos que se miraban sin tocarse, y esta percepción se agranda aún más con medio siglo de diferencia, fundiendo la mirada de ambos en la de un solo hombre, y arrastrándonos a nosotros a una representación, veladamente shakespeareana, de los verdaderos cimientos de la América actual, donde los únicos patriotas son los que no les importa mancharse un poco de sangre, con tal de hacer prevalecer su justicia.
Coppola no volvió a alcanzar este grado de perfección fílmica, hizo alguna que otra película maravillosa, porque siempre ha sido un gran cineasta, pero hay un techo irrompible en esta obra maestra imperecedera, a la que algunos años después se vio obligado a dar carpetazo definitivamente. Aunque esa es una historia que les contaremos mañana, seguramente. Hoy toca brindar con cava...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!