miércoles, 13 de mayo de 2015
El amor es como la sangre
Me sirve como encabezamiento el título de una de las mejores canciones de uno de mis grupos favoritos, porque para explicar THE DUELLISTS, ópera prima de Ridley Scott, necesitamos indefectiblemente de ambos elementos. El amor y la sangre, que salpican el metraje de esta excepcional película, con el paso del tiempo, quizá la que menos antigua se la ha quedado a su director. El amor, porque me parece absolutamente evidente el soterrado idilio (no sé si correspondido) que se esconde tras el odio visceral, irracional, sin explicación posible, entre los húsares D'Hubert y Feraud; y me da que pensar, si todo el rollo ese que los militares se han inventado sobre la honorabilidad y el deber a las armas no será una manera de disfrazar sus auténticas pasiones. La sangre, porque está claro que para odiar a alguien a muerte, hay que amarlo mucho. D'Hubert y Feraud (dos excelentes Keith Carradine y Harvey Keitel) se persiguen, se esquivan, se baten en duelo, se hieren, se pegan, se insultan, se vuelven a citar... Como dos amantes, pero sustituyendo la cama por el campo del duelo; así es como yo veo lo que de otra forma me es imposible comprender, que vi incluso más claramente en el libro de Conrad y que Scott captó asombrosamente apoyado en una fotografía encantadora, incluso más tenebrosa que la de BARRY LYNDON, con la que apenas si comparte la época en la que transcurre. Sí, señores, aquél también era Scott, el que deslumbró en Cannes cuando ganaron los Taviani y luego se encumbró en Hollywood, a lo mejor un poco demasiado aprisa, a lo mejor lo desgastaron... Pero a lo mejor es que este señor nunca supo hacer otra cosa. Y ésta la hizo muy bien...
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
4 comentarios:
Avanzo que me parece una OBRA MAESTRA. Me voy a cenar pero volveré. Soy súper fan de esta película y también de su banda sonora.
Esta es buena... ¿eh?...
A mi también me parece una obra maestra, de lo mejor de ese eterno irregular que es Ridley Scott.
Discrepo en una cosa igualmente: creo que para odiar a alguien con pasión no hay por qué amarlo mucho. Se puede, por ejemplo, odiar a un dictador, que te oprime pero al que no conoces. Mi padre me hablaba de que a Franco se le odiaba, por ejemplo, y cómo cuando murió hubo familias que hicieron cenas para celebrarlo.
Hay un Scott que, para mi, se ha acercado mucho a este Scott primerizo: el Scott de "El consejero". No sé si por el guión de Cormac McCarthy o porque Scott aquí se puso a hacer algo "de otra forma", pero el caso es que esta peli negra me parece una maravilla magistral en una filmografía llena de baches.
Saludos.
No la he visto todavía, pero me pongo a ello en breve...
En cuanto a lo otro, quizá debía haber matizado el amor carnal, sexual, arrebatado. Por otra parte, alguien dijo una vez que el odio es el sentimiento más puro...
Un saludo.
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