miércoles, 28 de mayo de 2014

Mora y Lina



Para cerrar el círculo de este "otro Hollywood", el que no elude la caspa como posibilidad y mira sus entrañas con una mueca que bien podría ser de asco o incomprensión, qué mejor que una película instalada a muchos kilómetros de la fanfarria colonialista de Sofia Coppola o el pussy riot de Harmony Korine. Y no será por falta de clasicismo, porque Paul Schrader es uno de los más reputados y venerados creadores de aquel Hollywood que a principios de los setenta ensayó un nuevo modelo de producción alejado de los grandes estudios y dotando al director de un amplio margen de maniobra. Llevaba casi dos décadas vagando sin pena ni gloria, con algunos trabajos de mera corrección formal desde que filmara su última gran película, AFFLICTION, cuando hete aquí que aparece Bret Easton Ellis y le propone todo un señor reto: filmar un texto suyo prácticamente a coste cero, con cualquier recurso y por descabellado que éstos pudieran ser. Así, Schrader (ver entrevista en Caimán, Octubre'13) desvelaba en la presentación de THE CANYONS que sólo usó localizaciones prestadas, casas de lujo que conocidos suyos tenían deshabitadas o en venta, y que ello les permitió acabar el rodaje en tiempo récord. THE CANYONS no es sólo un film de bajo presupuesto con actores de tercera fila, también es un desafío al confiar todo el peso interpretativo a una de las parejas más improbables de todos los tiempos y que, sin embargo, funciona. Nada menos que la insoportable Lindsay Lohan, cuyos desnudos representan la antítesis del erotismo, y James Deen, un conocido actor porno... Tal y como suena. Éste es un film extraño, deslavazado y habitante de un planeta propio que incorpora elementos del melodrama clásico para extender un supercutre descenso a las tripas del mismo Hollywood. La trama gira en torno a un productor de serie Z que vive a todo trapo y es adicto a dos cosas: él mismo y el intercambio de parejas por Internet. Su mujer es una de esas "Mariantonietas" del Siglo XXI, insignificantes aspirantes a actriz que cambiaron su vocación por la seguridad de un matrimonio con posibles. A partir de ahí el guion hace aguas por todas partes y se notan las urgencias; Schrader, con gran convicción, nos sumerge en una trama de corrupción, drogas, celos y sexo sucio, todo en el ámbito de las trastiendas hollywoodenses, y, pese a que su pareja protagonista sea capaz de entusiasmar (puede que simplemente por su exotismo) al más pintado, a la mitad del film ya nos da exactamente igual lo que nos están contando, el cómo y el porqué.
Curiosa, extraña y, por momentos, hasta disfrutable... si es que les va lo hipercutre.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!