martes, 6 de mayo de 2014
La terapia del desamparo
El estadounidense Antonio Campos es, me atrevo a pronosticar, uno de los nombres a seguir de aquí a un futuro en absoluto lejano, presente más bien. Tras un increíble debut con sólo 25 años, AFTERSCHOOL, es capaz de ofrecer en SIMON KILLER un ejemplo de cine transnacional, absolutamente alejado de los tics americanos y con una vocación rupturista más que interesante. Casi como un infernal cruce entre Godard y Cassavetes (aunque también veo mucho Klotz en su discurso), este es un relato bastardo, con una importancia cartesiana a las tonalidades lumínicas y que confía ciegamente en su discurso, que hila un relato extraño y difícil de ubicar. El Simon del título es ese joven norteamericano que tantas veces hemos visto en pantalla pero a cuya psique no se suele acceder por culpa de una querencia absurda hacia el cliché aceptado y hasta apaciguador. Simon tiene una novia desde hace cinco años y decide, tras graduarse, viajar a París solo en lo que comienza aparentemente como un acto de libertad consciente, pero que oculta una psicología mucho más intrincada y, finalmente, oscura. Pese a caer simpático y hacer alguna que otra amistad, Simon no se siente en ese nivel de corrección y contacta con una joven prostituta que caerá en sus modos de "joven del primer mundo". Para entonces, Simon decide no volver a casa; sin dinero, urdirá un complejo plan que le convierte, al mismo tiempo, en proxeneta y extorsionador, y de la adrenalina derivada de una situación cada vez más peligrosa hará suya una vivencia que parece darle intensos chutes de vida en absoluto directo. Aún más inexplicable es su relación paralela con una joven estudiante francesa, a la que también seduce y que le sirve, aparentemente, como contrapunto o equilibrio tras sus terribles actos nocturnos.
Es una sinopsis que bien podría usarse para definir cierto cine americano, empequeñecido, ñoño en su asumido confort y que en pocas ocasiones se atreve a saltar al vacío; por eso es tan extraño este film, tan pocas veces hemos visto un retrato del desamparo absoluto y de cómo puede usarse para, precisamente, reaccionar contra el conformismo... Lo que no siempre es sinónimo de buenos sentimientos, claro.
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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