sábado, 15 de marzo de 2014
La dolce Rosebud
En Italia (y a lo mejor sólo en Italia) son capaces de convivir Berlusconi y Caravaggio; Raffaella Carrá y Enrico Caruso; Las Mamachicho y Miguel Ángel; lo trascendente y lo banal; la fiesta y la meditación; lo profundamente bello y lo profundamente miserable; lo hortera mirando a la belleza con los bolsillos repletos de dinero como única oportunidad de poder alcanzarla. Pero una cosa es el dinëro y otra la belleza, y Gep Gambardella lo sabe, y sabe que no se puede hacer nada excepto dejarse llevar, por una cosa o por la otra, o por ninguna; ser testigo excepcional de los lugares donde ocurren las cosas, o donde quizá no esté ocurriendo nada. Gambardella es ese triste tipo de novelista joven que escribió demasiado bien su primer libro y luego sintió que no merecía la pena ofrecer nada más; un hombre que pasa su vida entre fiestas atronadoras y palacios fantasmales, que se rodea de cardenales, vendedores de juguetes, dramaturgos frustrados, bailarinas de strip tease, santas, millonarias comunistas y vagos en general cuyo mayor dilema existencial consiste en cómo gastar el dinero de la forma más inútil. Toni Servillo es el mejor embajador de este excesivo carrusel desde, seguramente, Marcello Mastroianni, y Paolo Sorrentino ha encontrado en Fellini su timón impulsor; no es muy original, esto ya se ha hecho, pero debo reconocer que el resultado es atractivo y que contiene (a lo mejor sin quererlo) una afilada crítica hacia un estado de las cosas bastante deplorable desde el punto de vista de una fauna demencial. Todo es muy exagerado e inconexo, como un collage desmesurado y caprichoso que pugne por rebasar la pantalla, pero lo que podría jugar en su contra es un acierto, porque imagino que a Sorrentino lo que menos le apetecía era contar una historia, sino construir un personaje inolvidable y convertirlo en epicentro imperturbable aunque profundamente conmovible, movido (a ratos) por un recuerdo de juventud que ha sido incapaz de superar y que sorprendentemente lo dota de una gran humanidad. Y esto es, más o menos, LA GRANDE BELLEZZA...
Saludos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
No hay comentarios:
Publicar un comentario