La pesadilla más insoportable de un cinéfilo es la de enfrentarse, cada vez que visita la cartelera o ingresa en su dvdstore más cercano, a un anodino panorama peliculero; y entendamos que me refiero a esa interminable hilera de films que hablan una y otra vez sobre las mismas cosas. Parece que esto no ha de importarle a la mayoría de la gente, que sigue confiando neuronas y dinero al blockbuster que ni siquiera es capaz de entretener, sino de hipnotizar, bloquear el intelecto.
Sin duda que David Cronenberg es uno de los pocos directores que, desde hace ya varias décadas, se niega al encasillamiento, prefiriendo la polémica a la placidez de planteamientos de muchos de sus contemporáneos. Son muchos los títulos que avisan de esto mismo, pero uno de los más explosivamente contestatarios e inclasificables fue CRASH, la tremebunda adaptación que el director canadiense hizo de una de las obras más controvertidas de J.G. Ballard, lo que no es poco por sí mismo.
Hablar aquí de sus intrincadas intenciones narrativas, intentarlo siquiera, además de pedante es vano, pues no me parece tan interesante descifrar el laberinto de metal, accidentes de coche, mutilaciones, nihilismo, sexo misántropo, etc..., como dar una idea aproximada de sus intenciones morales, de su aceptación, saludable por otra parte, como artefacto más despertador que provocador. A Cronenberg (y supongo que también a Ballard) le interesa mostrar lo que nadie quiere ver, o mejor, lo que nadie se imagina que pueda ser mostrado, o mejor aún, lo que nadie imagina que alguien pueda atreverse a poner en imágenes. Y haciendo(se) un favor respecto la altura literaria requerida en este caso, Cronenberg provoca mediante la ampliación tanto del tono erótico como del violento, pero siempre respondiendo al fin más importante, a la reflexión, algo taciturna, sobre la decadencia moral del último ser humano, junto al cuál nos ha tocado vivir un cambio de siglo tan convulso como poco estimulante.
Quizá en esta poética de la desidia, surcada por cicatrices que son aceptadas casi con ternura, Cronenberg sacude nuestras infantilistas motivaciones y, a modo de big-bang controlado, extrae una especie de hermosura de la creación que nace de la asunción de ciertos roles estéticos, pero sobre todo éticos.
Saludos chocantes.
2 comentarios:
A mi me gusto mucho en su momento, luego leí el libro y he de reconocer que es bastante mejor. Ciertos aspectos se han omitido (las fascinación por Elisabeth Taylor, las drogas)y entonces la peli se me queda algo coja y vacía.
No he leído el libro, pero estoy de acuerdo en que no es un film redondo, sino más bien una especie de venganza visual... que Cronenberg es bien retorcido; siempre me lo he imaginado haciendo el papel de Koteas...
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