Hay películas que son paradigmáticas casi sin pretenderlo, embolsándose una fama que el tiempo convierte en mito o leyenda, otorgándoles un estatus que simplemente no debería pertenecerles. En la cúspide de este reducido grupo ("películas que llegaron ahí de casualidad", las llamaría yo) veo claramente THE LAST HOUSE ON THE LEFT, el destartalado debut de Wes Craven, allá por 1972, cuyo único mérito cinematográfico era mostrar sin tapujos la crudeza de unos actos violentos, que prácticamente era el único motor de un film tan amateur que muchas de sus decisiones parecen tomadas al azar. El auténtico promotor fue Sean S. Cunningham, cineasta de bastante menor talento que Craven, y que siempre ha estado convencido de que la provocación gratuita puede ser arte por sí misma. Es un error que queda aquí de manifiesto, con un guion inconexo, un montaje desquiciante y un uso de la banda sonora que alguien debería explicarme algún día, porque no se sabe si pertenece a un film de terror o a un slapstick. La premisa no puede ser más simple, y es cierto que luego esto se ha copiado miles de veces, remitiéndonos a ese viejo mantra de "yo lo hice primero". Por un lado hay dos chicas que se van a un concierto; por el otro una especie de banda/familia de delincuentes, que huye de la policía. El destino hace que las chicas se topen con los segundos, y éstos les harán pasar un calvario que Craven aproxima a una explicitud que pocos se atrevían a filmar por entonces. Es lo único por lo que podría recomendar su visionado, por su carácter de proto-slasher bizarro e inconsecuente; por todo lo demás, no habría pasado de ser un fondo de catálogo sin mayor mérito. Lo atestigua, por ejemplo, que casi todo el mundo que participó en ella renegara de dicha circunstancia... excepto, creo, el bueno de Cunningham, claro...
Saludos.
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