Encomiable la adaptación que Kazuo Ishiguro ha efectuado sobre la que sigue siendo una de las mejores películas de Akira Kurosawa. LIVING traslada con exactitud el alma de aquélla, sin pararse en mejoras innecesarias (ninguna obra maestra lo necesita), y respetando el gran motivo de esta paradoja narrativa, en la que lo trascendente es inseparable de lo cotidiano. El único cambio es el lugar, el Londres de 1950, donde el señor Williams, pulcro, metódico funcionario, recibe la noticia de que no le queda mucho de vida. Pende de un hilo la verosimilitud, de lo que ocurre antes y también después, pero insisto en que está estupendamente resuelto. El preámbulo, significante, nos revela un día a día imperturbable, de engañosa reverencia institucional. El corpus queda ya a merced de la soberbia y medidísima (casi zen) interpretación de Bill Nighy, que da una lección de control gestual y economía de medios. La resolución, eso sí, ligeramente alargada, no carece de significante, y termina siendo ese extraño remanso que para todos debería ser dejar de existir, dejar de vivir, rubricar esos momentos últimos sin éxtasis, y mejor con una bondad que tan a menudo queda orbitada con una debilidad que no es, ni puede ser.
Saludos.
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