Si hay algo que deberíamos aprender del visionado de WOLFWALKERS, no es otra cosa que su hermoso mensaje de hermandad, de comprensión mutua y entendimiento al "diferente". Incluso a través de esa fábula que se arriesga a parecer ingenua, pero que se coloca finalmente en el lado más incómodo, para que experimentemos en primera persona qué significa ser cazador o cazado. El extraordinario film de Tomm Moore va mucho más allá del relato épico de aventuras, por supuesto, y hace hincapié en un abanico de valores que nunca tendríamos que haber abandonado. Es la historia de dos niñas que no comprenden el mundo que les rodea, cada una a su manera, en entornos diferentes, pero con una actitud rebelde y contestataria, alejada de un conformismo organizado, aceptado e impuesto a mayor beneficio de los miedos con los que el señor feudal administra las miserables vidas de sus siervos. Robyn es de origen inglés, y junto a su padre ha de escuchar el desprecio de los otros niños, irlandeses, mientras sueña con ser una gran cazadora, y no acabar fregando una cocina. Mebh es una wolfwalker, un ser mitológico que habita las profundidades del bosque; medio loba y medio humana, encarna una filosofía de libertad y respeto por el entorno, aunque eso signifique mantenerse siempre ocultos en una especie de bosque secreto. WOLFWALKERS habla de todo ello, y pese a desarrollarse en un tiempo pretérito, sus temas son actuales, y nos inquieren sobre fronteras, murallas, miedos, incertidumbres, y de esa invisible ignorancia, de la que sólo podemos salir siendo un poco más esclavos, aquí y allá...
Saludos.
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