viernes, 27 de marzo de 2020
Podríamos ser héroes
Todo el mundo sabía lo que significaba la inclusión de JOJO RABBIT en las nominaciones a mejor película en los oscar: la típica película simpética, punto discordante, no ganará pero adorna. Algo de eso hay implícito en la última propuesta de Taika Waititi, una especie de aceptación de las propias reglas, algo de miedo a intentar ser algo más, aunque eso signifique el ostracismo de la industria. Estamos ante un film disonante, asimétrico. Un artefacto que emociona cuando toca el nervio (no necesariamente sensible), pero que baja al poner los pies en la tierra. La historia de Jojo, ese pequeño aspirante a nazi, acompañado de su amigo imaginario Adolf (Waititi en algo más que una parodia), es también la de un chaval que empieza a vivir, con todos sus miedos e inseguridades, solo que en el peor escenario imaginable. Ahí el film roza el magisterio, en la imparable capacidad de su autor para sellar una comedia que hiela la sonrisa, al tiempo que un gag invita a la reflexión de lo que acaba de ser puesto en imágenes. Sin embargo, Waititi también quiere narrar, demostrar que puede ser un cineasta al uso, y entonces ya no reconocemos la película, el tono se disloca con brusquedad y entramos en un terreno que particularmente me parece el peor posible, y que me lleva a pensar en Benigni y aquello que hizo y yo odio tanto...
Podría haber sido muchísimo mejor, pero tendría que haberse quitado el bozal.
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
2 comentarios:
Agree
Pero reconozco que yo con el Capitán Klenzendorf
y esta escena:
https://youtu.be/BfL5V3WHhqM
me doy por pagado.
O sea, una peli que se recordará casi por sus "sketches" más que por su conjunto.
Yo lloré, no me importa reconocerlo. Terminar con Bowie y Rilke es celebrar la vida con una aseveración irrefutable...
Lástima que sea tan irregular...
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