miércoles, 13 de junio de 2018

El color de la forma #11



Tras 15 años sin poder rodar, entre cárceles, injurias, ostracismos y otros cautiverios, en 1984, Sergei Parajanov encuentra en su amigo Dodo Abashidze la fuerza necesaria para poder filmar un nuevo film, y contra cualquier pronóstico, Parajanov vuelve a facturar una obra maestra de una belleza estremecedora. AMBAVI SURAMIS TSIKHITSA (LA LEYENDA DE LA FORTALEZA DE SURAM) mantiene las constantes visuales y conceptuales de su anterior obra (recordemos que 15 años las separan), aunque su narrativa se concibe como menos hermética y críptica, llegando a ser incluso convencional, en la manera que el cine de Parajanov puede ser convencional. La historia es fascinante, y cuenta la leyenda de una ancestral maldición que afectaba al pueblo georgiano cuando era atacado por sus enemigos y todas las fortalezas que construía se derrumbaban justo al colocar la última piedra. Pero los orgullosos habitantes de Suram no se daban por vencidos y consultaron a una bruja, cuya solución conllevaba un incalculable sacrificio: el joven más valiente debía emparedarse voluntariamente en una pared de la fortaleza. El film es una verdadera obra de arte, con los habituales encuadres fijos de Parajanov, pero aún más complejos, elaborando una suerte de tableaux vivants, apoyados en la excelsa fotografía de Yuri Klimenko y Sergei Sikharulidze. Una película que le valió un premio a su autor en Sitges y que mostraba al mundo la inclasificable visión de un maldito, a contracorriente, sí, pero quizá más por la controvertida incomprensión que su obra siempre arrastró.
Imperdible.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

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