martes, 23 de mayo de 2017
Democráticamente nihilistas
THE PURGE es una franquicia que, si no me equivoco, va ya por su tercera entrega, y de la cual recordaba haber visto sólo la primera, que alternaba momentos impactantes con grandes océanos de aburrimiento y mediocridad. ELECTION YEAR es la última, y no parece que James DeMonaco, autor del guion y la dirección, vaya a cambiar su discurso, porque esto es más de lo mismo. Es decir: gente encerrada en sus casas porque ha llegado la noche de la purga, en la que cualquiera tiene permiso para matar a cualquiera. Punto. La excusa aquí es la fuerte oposición de una senadora a esta práctica, y la ascensión de ésta en las encuestas previas a las elecciones a la presidencia, así que los conservadores, grandes defensores de la purga, urden un plan para eliminar a la senadora en la dichosa noche. Esto, en otras manos, incluso podría haber dado un thriller distópico con cierto interés, pero cualquier atisbo de elaborar un discurso conscientemente crítico con la extraña situación política de Estados Unidos (que es lo que debería haber sido) queda inmediatamente enterrado bajo un festival de disparos, caretas estrambóticas y peleas coreografiadas, que no es mucho a estas alturas. Y la pregunta aparece a los diez minutos: ¿no hubiese sido más estimulante una entrega que dejara la acción fuera de campo y se preguntara por los entresijos y cloacas de los sistemas democráticos que aprovechan a los muertos para proselitizar a una sociedad cada vez más embotada en su propia satisfacción bovina?... Sé que es una fútil y densa aspiración mía, pero por intentarlo no perderíamos nada...
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
2 comentarios:
Sin duda habría sido más estimulante y mejor... Pero a DeMonaco le queda grande el desafío. The Purge no es más que un intento de exploitation... un exploitation con dinero pero sin alma ni actitud.
Dicen que habrá una The Purge en formato serie...
Saludos.
La idea original es magnífica, muy atrevida para lo que Yanquilandia suele permitir, y ataca directamente a los poderes fácticos. Es más, creo que la llegada de Trump a la presidencia le ha dado un inmerecido áura de profecía apocalíptica. Pero luego hay que hacer cine, y ahí son películas rutinarias, que arriesgan poco y tampoco poseen tanto poderío visual.
¿La serie?... Pues quizá le venga bien el formato.
Un saludo.
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