domingo, 26 de marzo de 2017
Rincón del freak #264: Una cuadra de miserables
En los oscar, FLORENCE FOSTER JENKINS optaba a mejor vestuario (y no hubiese ido muy allá) y mejor actriz, aunque esta vez no había muchas esperanzas para la eterna Meryl Streep, no porque su esfuerzo no sea digno de valorarse, sino porque el montante es decepcionante y no hace justicia. Esta, en puridad, es la crónica de una pobre niña rica, cuyo único talento fue heredar una pasta gansa y desarrollar un agónico afán de reconocimiento ¿De qué? se preguntarán ustedes, mientras asisten a los vomitivos "Tu cara me suena" y "Got Talent", de la que la señora Foster Jenkins podría ser lejana precursora. Ella aspiraba nada menos que a convertirse en soprano, como si estas cosas fueran sólo cuestión de voluntad y autoconvencimiento ("Cuánto daño ha hecho la autoestima", Sabina dixit), lo que aderezado con multiplicidad de sobornos (el dinero es para lo que está), da como resultado una cosa bastante torcida: Una infeliz creyendo ser lo que no es, un vividor a su costa con querida y pisito, un pianista mediocre y chupando del bote, y toda esa cuadra de miserables que nunca van ejercer nada parecido a un juicio crítico, y menos si les sueltan unas piastras y los invitan a una fiesta. Nada de esto me hubiese parecido mal en el contexto de una narración si el mismo Stephen Frears, cuya crisis creativa comienza a ser preocupante, no se hubiese sumado al despropósito, y en lugar de analizarlo y elaborar un discurso ácido sobre la moral de las apariencias, lo deja todo en una alabanza más y postrera hacia esa señora, a la que no le hubiese ido mal tener menos dinero y más cerebro para aceptar que el talento, aunque Tele5 diga lo contrario, no se compra.
Saludos.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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